La dimisión de Leonor Martínez-Pereda como presidenta de la Agencia Extremeña de la Vivienda se ha vivido en la región como una de esas ocasiones atractivas para el espectador de la política en que las cosas que pasan tienen el significado que aparentan tener y, además otro, sólo entrevisto. Me explico: en democracia, que un responsable político dimita de su cargo es corriente; pasa todos los días, y muchas veces los motivos de la dimisión son, simple y llanamente, desavenencias, discrepancias, desencuentros con quien lo nombró. Porque, en democracia, la gente discute y hay posiciones diferentes --unas salvables y otras, no; éstas son las que llevan a la dimisión o a la destitución-- entre personas que comparten un proyecto.

En Extremadura, aunque vivimos en democracia, la dimisión se cultiva poco: son contadísimos los altos cargos de la Administración regional que, desde que se inauguró la autonomía en febrero de 1983, han dicho me voy, dimito . Y qué duda cabe que, como seres humanos que son los responsables políticos regionales, han debido discrepar centenares de veces. Algunas de ellas, con diferencias insalvables, de ésas que deberían haber conducido a la dimisión. Pero no han dimitido; han seguido. Lo han hecho, incluso, hasta más allá de la dimisión irrevocable, como ocurrió hace unas semanas con el consejero Manuel Amigo .

Por esto --por su excepcionalidad-- la dimisión, esta vez irrevocablemente irrevocable, de la presidenta de la Agencia Extremeña de la Vivienda se ha seguido con expectación. Y ha sido así también porque ha habido otra circunstancia excepcional: la Junta ha corregido públicamente a uno de sus altos cargos. No se recuerda ocasión semejante. Y es de suponer que, como ha debido ocurrir respecto a las discrepancias internas, ha tenido que haber ocasiones, en los más de veinte años que lleva Rodríguez Ibarra gobernando, en que él o, como en este caso, el vicepresidente han tenido motivos para corregir públicamente a algún consejero, lo cual tampoco debería ser tomado por la tremenda, porque, repito, en democracia es común disentir.

Una de las características que definen a los gobiernos de Rodríguez Ibarra es la imagen de uniformidad que transmiten. Uniformidad salvo la del propio presidente, que además de ser el alfa y el omega del Ejecutivo, acapara toda la singularidad, de tal manera que a su sombra pocas personalidades políticas se manifiestan.

Pues bien, pienso que en este punto de la manifestación de la personalidad política se encuentra ese significado entrevisto, que citaba al principio, de la dimisión de Martínez-Pereda, y que la corrección pública de la Junta a sus declaraciones --algún punto de la misma era bastante endeble, porque la palabra "batalla", en el contexto político, es polisémica en grado sumo-- no era tanto una corrección como una censura; el anuncio de su próxima destitución. Un ´hasta aquí hemos llegado´ en la manifestación de la personalidad política de la presidenta de la Agencia de la Vivienda, que se había venido mostrando en su forma de llevar a cabo su responsabilidad, particularmente en lo que toca a la información del Plan 60.000. Martínez-Pereda escogió un formato, con teatros llenos y con ella explicando la política de vivienda desde el escenario, que la hacía muy protagonista. Y eso, el protagonismo, le ha costado el cargo. No que haya fracasado en su tarea, porque la expresidenta de la agencia ha hecho una buena gestión, logrando atraerse a ayuntamientos que, al principio de dar a conocer el Plan 60.000, se habían mostrado contrarios al mismo, y de ahí que dijera que sentía haber ganado la batalla política entablada en torno a esta iniciativa.

En el fondo, la cuestión que plantea este episodio es si lo más importante en política es hacer la mejor gestión posible o no. No parece que a Rodríguez Zapatero le provocara una crisis de gobierno el que el ministro de Defensa, José Bono , hiciera una toma de posesión en un formato más folclórico que político, con presencia de personas próximas al famoseo . Lo importante para los españoles, y también para el Gobierno, es que su ministro de Defensa haga bien su trabajo. Si le gusta más o menos salir en la foto es secundario. Política es gestionar bien, hacer el trabajo encomendado con eficacia. Es lo que interesa a la gente. Lo demás es anecdótico.