TSti hay una profesión estereotipada en donde parece que lo innato ya mueve la conciencia del profesional que la ejerce es la de la enseñanza; permítanme que discrepe profundamente. Mi visión es mucho más utilitarista; la vocación se trabaja, no se hereda, y es en ese trabajo donde se pueden encontrar los alicientes en la realización personal y profesional.

La docencia puede resultar ser para el que lo ejerce una aventura tremendamente apasionante, aunque también, si existe una falta de compromiso del profesional, se convierte en una actividad tremendamente rutinaria y frustrante.

Tengo la suerte de estar en el primer grupo de docentes, y ello es consecuencia de mi visión de la profesión, toda una oportunidad para el enriquecimiento propio, una lucha diaria para ampliar mis propias habilidades en términos de aptitudes y actitudes.

En primer lugar se trata de una puerta abierta de par en par hacia el conocimiento, un impulso que invita a estar siempre actualizado sobre los contenidos teórico-prácticos que se trabajan en el aula. Por ello, es casi una obligación realizar pesquisas bibliográficas constantemente del material sobre el que preparar las clases, ya que siempre hay novedosos aspectos para incorporar. Es un ejercicio más que saludable que aumenta el grado de autoestima, ya que se aprende cada día para saber más y más. Hablamos de algo tremendamente sencillo en los tiempos que corren donde el acceso a la información está a golpe de clic.

Precisamente, esa es una de las habilidades transversales que el docente de hoy en día debe dominar, el manejarse con las tecnologías de la información y la comunicación, y por lo tanto, la necesidad se convierte nuevamente en oportunidad de recorrer nuevos horizontes. Realmente, se habla de que los profesores del presente siglo deben ser más gestores de conocimiento que poseedores del mismo (afirmación controvertida esta, todo hay que decirlo), y eso ha afectado al escenario de las aulas, con cambios que han hecho el no poder entender la educación sin el uso de las TICs.

XOTRO DE LOSx recursos que han tomado un protagonismo importante en el desarrollo del proceso de Enseñanza-Aprendizaje es el de las lenguas extranjeras. Poco a poco, están incorporándose a nuestro sistema educativo los modelos bilingües de formación, y ello es motivo suficiente para que el profesor deba comprometerse con el aprendizaje de esta herramienta vehicular que le servirá para otros ámbitos de su vida privada.

Del mismo modo, es esencial el dominio de un discurso hablado y escrito notablemente aceptable, siempre adaptado al tipo del interlocutor que se preste, obviamente. Leer enriquece el vocabulario y las expresiones. A veces me sorprendo cuando escucho en boca de algunos compañeros que no leen, eso me hace sospechar del limitado paquete de recursos verbales que puedan tener, aunque a lo mejor puedo estar equivocado. No obstante, si se lee, seguro que aumenta nuestra capacidad lingüística, eso siempre es bueno, no solo desde un punto de vista estilístico, sino también práctico. A partir de la riqueza de ideas que da la lectura de los libros (y no hablo de libros técnicos, precisamente) pueden surgir un sin fin de hilos argumentales sobre los que vertebrar las explicaciones, un recurso que por cierto yo utilizo mucho y que me permite recurrir constantemente a lo anecdótico, un perfecto punto de inicio a la hora de construir el aprendizaje sobre un determinado tema.

Y esto son solo una serie de ejemplos en donde encuentro la motivación necesaria para afrontar el difícil reto de enfrentarme al ejercicio de este noble oficio, en la propia exigencia de esa "vocación" que el trabajo requiere, con la cual disfruto porque entiendo que a la vez que me preparo para enseñar, crezco como persona.

*El autor es profesor de Secundaria y FP en la especialidad de procesos de Diagnóstico Clínico en el IES Javier García Téllez de Cáceres, consultor estratégico y escritor.