WAw yer tuvo lugar en la Presidencia de la Junta el primer encuentro entre el presidente, Guillermo Fernández Vara, y el jefe de la oposición, Carlos Floriano, para dar cumplimiento a lo que el primero señaló en su discurso de investidura: su disposición a consensuar con el PP algunos de los asuntos más importantes de la región.

La reunión, que duró dos horas, sirvió para poner de manifiesto la voluntad de consenso entre ambos partidos --Vara calificó el encuentro de "positivo y constructivo"-- y para poner plazos y fechas y avanzar en asuntos concretos, como el borrador del nuevo Estatuto (ocho meses) y la nueva ley educativa (año y medio). En el encuentro también se habló de constituir una Mesa para consensuar los asuntos más importantes relacionados con la agricultura y también para crear una comisión que determine qué competencias son de la Junta y cuáles de los municipios.

La reunión de ayer tiene un gran calado político --los asuntos de que hablaron justifican buena parte de una legislatura--, pero sobre todo lo tiene porque inaugura oficialmente una etapa en que el presidente quiere, y el jefe de la oposición ha aceptado, colocar el diálogo como un valor político. En Extremadura eso es nuevo. Y eso es bueno. Y la disposición de Vara, que tiene 38 diputados, 5 por encima de la mayoría absoluta, demuestra que el diálogo no tiene por qué ser la estación término de la necesidad política, es decir, aquello a lo que se apela cuando no hay más remedio ni cuando, por desgracia, se necesita del adversario, sino un principio de práctica de buen gobierno. Vara está sumando y no dividiendo.