El tren vuelve a politizarse. El objetivo de un tren digno nació al comienzo de la legislatura bajo el paraguas del Pacto por Ferrocarril precisamente para alejarse de los partidos políticos y reivindicar la mejora de las infraestructuras con independencia de quien estuviera en el poder. Es verdad que en 2017 al PSOE le fue más fácil manifestarse en Madrid con Rajoy en la Moncloa, pero ha sido lo mismo que el PP esta vez con Pedro Sánchez en el poder. Cabría preguntarle a uno u otro qué hubiera pasado de haber seguido las cosas como estaban: ¿Madrid o Cáceres? La duda es evidente y es porque quizás las tornas se habrían cambiado. El PP presume de coherencia, dice que fue a Madrid en 2017 y lo ha hecho este año, una cuestión que aprovecha para atacar al PSOE y acusarlo de rebajar el grado de la protesta trayendose la manifestación a Cáceres. Pero el PSOE le recuerda que es decisión del Pacto por el Ferrocarril y no suya, y que el año pasado hubo que montar en Madrid una protesta sui géneris, con actuaciones musicales incluidas, para convencer a los populares de que debían estar presentes.

Tengo cierta sensación de fracaso. Los partidos políticos han errado porque tampoco Podemos va a estar en la manifestación de hoy en Cáceres aunque sus dirigentes hayan dicho que acuden «a título particular». La salida del Pacto por el Ferrocarril de los morados denota mucho en este sentido, demuestra que el fundamento del mismo, la ideología con que se configuró, está tocada y que si seguimos buscando intereses particulares o partidistas acabaremos por cargárnoslo. El Pacto por el Ferrocarril no puede ser feudo de nadie y si el PSOE trata de hacerlo suyo se estará equivocando. Está claro que manda en la Junta, pero el acuerdo originario de octubre del 2015 se firmó entre el gobierno, la patronal y los dos sindicatos mayoritarios, y más tarde, el 19 de mayo de 2016, se adhirieron todos los partidos políticos con representación en la Asamblea.

Una cosa es cierta: Madrid ha tomado conciencia del problema del ferrocarril extremeño. Tarde pero lo ha hecho. La anterior administración, dirigida por el ministro del PP Íñigo de la Serna y la actual, responsabilidad del socialista José Luis Ábalos, han visto como Extremadura se ha convertido en un quebradero de cabeza. La red ferroviaria extremeña es un desastre, así era antes y así sigue siéndolo ahora. Lo nuevo es que la protesta ha estallado y la misma ha calado en la generalidad del país.

El compromiso está encima de la mesa y los plazos acordados se tienen que cumplir si no quieren más protestas. El tren rápido entre Plasencia y Badajoz debe estar a finales del 2019 y su electrificación un año más tarde, sin olvidar la conexión de la red de alta velocidad desde Navalmoral de la Mata a Talavera de la Reina y después a Madrid en el 2023. Todo ello sin dejar a un lado la atención a la red convencional y la mejora de los trenes y los convoyes, para lo cual ya ha habido intervenciones este año y otras que vendrán en el primer trimestre del 2019. Se ha nombrado incluso a un coordinador de infraestructuras en Extremadura para dar cumplida cuenta de lo que se va haciendo y sus plazos al Pacto por el Ferrocarril.

Todo esto ha sido posible gracias a la movilización y también a la unidad. Lo he dicho siempre: que cuando un gobierno ve desde Madrid que no existen grietas a la hora de exigir un objetivo común es cuando, de verdad, es consciente de que tiene que darle solución. Cuando se mete por medio la política o los intereses partidistas, se puede frenar la urgencia porque no pasa nada o se pueden derivar inversiones a otros territorios como hemos vivido porque siempre habrá quien defienda lo indefendible.

Espero, de verdad, que la movilización de hoy en Cáceres sea un éxito. Entiendo que tras la misma está el Pacto por el Ferrocarril y cuenta con el respaldo mayoritario de la sociedad extremeña. Y quiero pensar que, una vez pase esta cita, todo el mundo recapacite y vuelva al consenso, sin tratar de sacar tajada electoral ni obtener una posición de ventaja cara a los próximos comicios electorales que es en realidad lo que está enturbiándolo todo.