Esta semana ha señalado Vara que ninguna autonomía «está libre de terremotos» como han demostrado las elecciones andaluzas y que «hay mucha gente que en vez de votar a favor, vota en contra». Es cierto, los terremotos políticos y electorales pueden ocurrir en cualquier lugar o convocatoria, y muchos ciudadanos en vez de votar a ‘los suyos’, por cabreo votan justo lo contrario. Ha pasado con Vox hace apenas una semana en Andalucía, que ha recogido apoyos hasta del PSOE, y ha ocurrido con Ciudadanos y Podemos, que en algún que otro momento de nuestra historia reciente han sido lugar de peregrinaje de los desencantados de otras formaciones. Con ello quiero decir que sigue existiendo un bipartidismo fuerte porque, aunque se piense lo contrario, hay dos partidos a los que se tiene por referente, el PSOE y el PP, y luego están aquellos otros que acogen a los resentidos y los cabreados con los mismos.

Esta semana dijo Monago en Cáceres, en un encuentro distendido con periodistas, que en Andalucía se ha actuado como cuando uno se cabrea con un hermano en el salón de su casa y le tira con el mando de la tele a la cabeza. No quiere dejar de ser su hermano pero, de entrada, se lleva un porrazo. Pues eso, que los votos del PSOE ahora (o del PP en otro momento) se han ido por el enfado supino de la gente con un partido o su líder hasta formaciones antagónicas y ahí se quedarán hasta que se les pase. Y si lo hacen, porque los ‘nuevos’ partidos una vez que adoptan estructura y se amoldan a las instituciones resisten. A veces para siempre.

A Monago lo de Andalucía le ha dado un subidón de muy señor mío. Estaba fuera del tablero de juego hace solo tres meses y, de pronto, por arte de birlibirloque, sumados a los errores de Pedro Sánchez, ha vuelto para jugar la partida. Esta vez, eso sí, yendo a las elecciones no solo con su partido, sino sumando los escaños de Ciudadanos o Vox. Piensa que si en Andalucía su compañero Juanma Moreno se iba para casa y, de pronto, va a gobernar, por qué no puede ocurrirle a él lo mismo.

Vara, por su parte, se muestra tranquilo. Tanto, que inquieta a algunos de los suyos, muchos de los cuales han empezado a fruncir el ceño al despertar del estado de confort en el que se encontraban. Es cierto que Extremadura no tiene nada que ver con Andalucía, que aquí hay dos circunscripciones y allí ocho y que sacar un 5% de los votos para empezar a sumar diputados en Cáceres o en Badajoz supone obtener nada menos que 12.000 o 20.000 votos respectivamente y eso resulta una cuesta demasiado elevada para un partido sin estructura. También se debe tener en cuenta que el terremoto del PSOE extremeño ya se escenificó en 2011 cuando perdió las elecciones y que Vara no sufre el desgaste que sí padecía Susana Díaz por intentar irse a la política nacional y tener que volverse cuando los suyos no la quisieron. Además de todo esto, hay que tener muy presente que las coyunturas son cada vez más efímeras e igual que el panorama se ha complicado en Andalucía para el PSOE, de aquí a mayo puede enderezársele y entrar con buen pie en la campaña electoral. Vox ahora se halla al alza, pero quién sabe dentro unos meses; se puede hacer muchos cuentos de la lechera pero se corre el riesgo de que a uno se le rompa el cántaro cuando vaya a la fuente.

Todos estos argumentos rebajan en Extremadura la onda expansiva del terremoto andaluz, pero la imagen de una derecha unida a tres bandas como dice Aznar llega a asustar al PSOE. No en vano, no se trata de ganar unas elecciones o ni siquiera de negociar para obtener una mayoría cualificada, se trata de no darles la oportunidad de que sumen por si acaso. Cuando se establecen pactos a nivel nacional como parece ahora que se ha hecho para Andalucía poco se puede hacer desde un territorio, aunque como siempre todo depende de los resultados y después de las personas.

Lo que sí está claro es que aquel viejo mantra del PP extremeño de que debía gobernar la lista más votada se ha ido al garete desde la llegada de Casado, sobre todo viendo como ha llegado Pedro Sánchez a la Moncloa, lo cual a pesar de legítimo sigue considerándose una traición. El charco se revuelve a cinco meses de las elecciones. Esto se anima, el PP se pone a todo gas, y el PSOE ya lo estaba. El resto, a la espera del día después.