Es notorio que, pese a ser nuestro sistema político el menos malo de los conocidos, el grado de insatisfacción ciudadana frente al funcionamiento de los partidos políticos es máximo, a la vista de su funcionamiento interno, escasamente democrático, de su endogamia y corporativismo, y en suma de la falta de ejemplo de sus líderes, en el fondo y en las formas.

De ello es fiel reflejo la última medición del CIS del Indicador de confianza política. En marzo del 2007, el 4,.6%, entre mala y regular, (Media de la suma del Indicador de la Labor del Gobierno más el Indicador de la Labor de la Oposición) siendo el más bajo desde febrero de 1996, y con una fuerte bajada del --20.8% desde 2006.

Frente a esta situación y precisamente para preservar la persistencia del sistema, pero con las correcciones que deben surgir del seno de estas formaciones anquilosadas, es necesario utilizar los mecanismos que nuestro ordenamiento permite.

Una de las consecuencias lógicas de esta situación es la falta de información a los votantes de las posibilidades en las elecciones.

El sistema democrático permite al menos periódicamente manifestar nuestra aceptación o rechazo a determinadas siglas y con ello cambiar el signo del gobierno de turno. Pero también permite, de manera tan lícita como lo anterior, que expresemos nuestra disconformidad con todas las posibilidades nominativas y ello es a través del mecanismo del voto en blanco , cuando ninguna de las opciones nos parece válidas.

XES EL UNICOx sistema posible, si su cuantía es significativa (actualmente es el 1,6% en las últimas elecciones municipales), para que los responsables de las fuerzas políticas establecidas al menos empiecen a reflexionar sobre sus comportamientos generalizados y dediquen algo de su precioso tiempo a rectificar el rumbo equivocado. Sería muy conveniente, por salud democrática, que este porcentaje alcanzara un nivel próximo al 5% emblemático, para que nuestros próceres sintieran su efecto.

En las actuales elecciones francesas, el nivel del voto en blanco alcanza un 10%, índice que en comparación al anterior indica nuestra falta de madurez democrática y nuestra nefasta conformidad con el estado de la cosa política.

Por el procedimiento de asignación de escaños quienes más sufrirían los efectos serían los partidos minoritarios, que se mueven en este entorno de alcanzar o no dicho porcentaje para entrar o no en dicho reparto, pero también sufren los efectos del voto en blanco los partidos mayoritarios cuando los ciudadanos que tradicionalmente votan a uno de ellos deciden emplear esta facultad de ejercer tan preciado derecho con el vacío en el sobre (No es voto válido si se introduce algo en el sobre, es nulo).

Procede votar en blanco ahora por las siguientes razones:

Porque los partidos políticos han demostrado con suficiencia su incapacidad para gestionar nuestros ayuntamientos; Porque el sistema cerrado de listas que interesadamente protegen solo beneficia a los cuatro que manejan el aparato y sus secuaces; Porque han convertido la representación del ciudadano en una carrera personal, de puro medro; Porque solo les interesa la vanidad diaria informativa, sin resultados reales; Porque dilapidan sin cuento; Porque no solo no han sido capaces de atajar la corrupción y corruptelas, sino que la han incrementado al 1.000 por ciento; Porque el voto blanco numeroso les hará reflexionar sobre su futuro y virar a barlovento.

Por mi parte serán retribuidos con un preceptivo sobre vacío de contenido, tal y como han ejercido su labor, con el agravante que juraron o prometieron hacer cumplir la ley. A ver si así, algún día, hacen lo que tienen que hacer y enredan y manipulan menos. Y mi voto será tan válido como cualquiera.

*Abogado