Vaticiné el descalabro de UPyD cuando Rosa Díez no solo se negó a coaligarse con Ciudadanos sino que publicó un documento articulado en cuarenta puntos en los que retrataba al partido de Rivera como causa de todos los males. Llamé a aquel artículo La inteligencia fracasada en alusión a un ensayo de José Antonio Marina que analiza el caso de personas a priori inteligentes que tienen tendencia a tomar decisiones estúpidas.

Rosa Díez , como no podría ser de otra manera, descendió al abismo y Rivera se alzó ganador. Pero quién nos iba a decir que no mucho después iba a ser Rivera el que asumiera el papel de listo tonto. Aunque su deriva no es tan dramática como la de Rosa Díez , no hay que descartar que acabe lanzándose de cabeza por el precipicio.

Rajoy y Rivera apelan en sus mítines al voto útil. La paradoja es que ambos solicitan ese voto útil para el PP. Rivera le está haciendo la campaña a Rajoy , pidiendo a gritos a los votantes de centro-derecha que depositaron su confianza en él que no pierdan el tiempo y voten directamente al Partido Popular. Algunos votaron a Ciudadanos para castigar al PP, pero una cosa es castigar al partido afín y otra es abonarse a la parálisis gubernamental. Es difícil saber qué persigue Rivera . No quiere pactar con Podemos y no quiere pactar con PP, su aliado natural. Solo le queda Pedro Sánchez , un político desnortado cuyo único logro es haber conseguido los peores resultados de la historia del PSOE.

No hay que ser Aristóteles para darse cuenta de que estamos ante el inminente choque de trenes conducidos por dos fuerzas confrontadas: PP y Podemos. Ciudadanos y PSOE deben decidir ya en qué tren viajan, si con los conservadores o con el eje populista-comunista. Algunos políticos están cómodos mamando de la burocracia de este desgobierno, mientras el incierto futuro de millones de personas pende de un hilo. No consuela saber que lo acabarán pagando.