TLta carrera electoral acelera el paso. Cambiamos el trote del maratón por la zancada viva del medio fondo. Entramos en materia. Los socialistas intentan revivir el recuerdo mágico de la década del cambio. Es como si quisieran despertar a sus votantes de una especie de mal sueño zapaterista. La idea consiste en sustituir la abrasada marca PSOE por la marca blanca socialdemócrata. De ahí esta conferencia reencuentro y su aire a baile de graduación, con Felipe González de padrino y la propuesta estrella reivindicando su mayor logro: la sanidad pública.

Los populares aprietan con la economía, para aprovechar su éxito en activar el recuerdo de la época dorada del círculo virtuoso inmobiliario . Ellos obrarán su magia y todo volverá a ser como antes, piensan con emocionante fe no pocos entre sus votantes. Ni siquiera hace falta que los dirigentes expliquen con detalle cómo piensan lograrlo. Basta con que repitan que lo saben hacer.

En tiempo de tribulación, no hacer mudanza, aconseja san Ignacio. Pero aun así, parece demasiado oferta de pasado para tanta demanda de futuro. Demasiada moda retro para una recesión tan progresiva. El votante medio está desconcertado. Aunque no tanto como su Gobierno y su oposición. En uno y otro lado, la gente sabe qué quiere saber.

En uno, por qué no lo hicieron antes lo que ahora tienen tan claro. En otro, cómo se cuadra ese círculo de bajar impuestos, mantener servicios y reducir el déficit. Quien mejor conteste a su pregunta, tendrá el voto mayoritario el 20-N, el voto del desconcierto.

Los candidatos lo intuyen. Por eso estamos en una precampaña donde pocos habrían apostado que se hablaría tanto de impuestos y a quién subírselos, o de servicios y a quién recortárselos. Y no se vayan todavía amigos, aún hay más.