En cuanto se supo que Donald Trump rompía el tratado de no proliferación nuclear con Irán llegaron las voces de que Europa, pese al golpe que ello supone para su estrategia, sigue comprometida con la aplicación del pacto. Y así debe ser siempre que Irán cumpla con su parte. Ahora, hay que articular la forma de mantener con vida lo que se pactó en el 2015. No va a ser fácil, porque las sanciones que EEUU reimpondrá a Teherán pueden afectar seriamente a empresas y proyectos europeos en Irán. Una medida paliativa será el ya anunciado programa de crédito del Banco Europeo de Inversiones que subsane los efectos de las sanciones. Lo más importante, sin embargo, será la creación del gran intangible en las relaciones internacionales que es la confianza. La UE debe formar un bloque compacto con los demás firmantes --Rusia y China-- para demostrar su intención de lograr la continuidad del acuerdo y convencer así a Teherán de que no cabe caer en la tentación de ruptura. Es verdad que el acuerdo no es el mejor del mundo, pero entre el pacto existente y un no acuerdo es mejor la primera opción. En el caso de Europa no hay ninguna duda, ya que uno de los riesgos que comporta la denuncia del tratado hecha por el presidente estadounidense es el de una mayor inestabilidad en Oriente Próximo, lo que acaba teniendo su reflejo en nuestra seguridad. Por ello, la UE debe elaborar una auténtica política europea autónoma para la zona. Trump nos lo acaba de poner en bandeja.