Se juega mucho el ciclismo en la Vuelta a España que comenzó ayer en Granada. Después de unos años en los que este deporte ha sido más noticia por los escándalos relacionados con el dopaje que por lo meramente deportivo, la actual temporada se está recuperando el prestigio de la mano fundamentalmente de los especialistas españoles. Las exhibiciones de Alberto Contador en el Giro y Carlos Sastre en el Tour --ambos se enfrentarán por la victoria final en España con Alejandro Valverde como alternativa-- han hecho que se retome el sabor más auténtico de uno de los deportes más duros. Terrible sería si en la decisión final de la carrera hubiese una dosis de duda: nuestro país se siente examinado en cuanto a su grado de vigilancia a sus deportistas. Casos como el del Maribel Moreno en los Juegos Olímpicos de Pekín aún sonrojan a quienes defienden la limpieza de las competiciones.

El espectáculo está servido en un recorrido aparentemente exigente. Muchas ciudades invierten buenas cifras económicas para traer a los ciclistas a sus calles y un nuevo escándalo entre los jefes del pelotón sería un golpe casi definitivo para los equipos y sus patrocinadores.