WEwl Womad dice adiós con una afluencia media superior a los 35.000 espectadores cada uno de los dos días grandes del certamen multiétnico (el jueves y el viernes). La edición del 2006 confirma, por si quedaban dudas, que el formato de festival concentrado en el casco viejo de Cáceres es el óptimo ya que contenta a una mayoría de cacereños y, por supuesto, a los cientos de visitantes que llegan a la ciudad. Es una seña de identidad que no se debe tener la tentación de volver a perder. La apertura de nuevos escenarios en la parte antigua (la plaza Conde de Canilleros y el palacio de Carvajal, al margen de la tradicional plaza de San Jorge) y el traslado de los mercadillos a Cánovas han proporcionado fluidez a la cita, descongestionando el centro neurálgico: la plaza Mayor.

La fiesta se ha celebrado sin incidentes, pese a que --contrariamente a lo anunciado por el ayuntamiento-- se ha permitido consumir en la calle en envases de cristal. Los hosteleros han hecho cajas importantes, el servicio de limpieza ha cumplido con sobresaliente su labor y los vecinos del centro han hecho un ejercicio de responsabilidad y han intentado adaptarse a las lógicas molestias de un evento multitudinario de estas características. Se ha echado de menos un mayor control de los botellones y del ruido a altas horas de la madrugada, según aseguran los colectivos vecinales de la zona, un desajuste que hay que corregir de cara a próximos años ya que los habitantes del centro tienen tanto derecho a que se les respete, como el público a disfrutar de los conciertos, el baile y el botellón.

En el apartado musical, la calidad media de los grupos ha superado la de años anteriores, destacando Muchachito Bombo Infierno, Cara Dillon, Carmen París, Gecko Turner, La Chicana, Mori Kanté, Kiki Dee, Sam Tshabalala, Fatback Band... (cada espectador ha tenido su favorito). Lástima que, técnicamente, el sonido no estuviera a la altura, sobre todo en la plaza.

Quince años después del desembarco del Womad en Cáceres, se puede decir que ya hay una generación de cacereños que ha crecido con este festival de las culturas y el mestizaje, desde cuya plataforma los músicos nos divierten y nos acercan los ritmos de cinco continentes, pero también nos hacen más solidarios y nos sensibilizan con cuestiones de calado, como el problema del sida en Africa, el conflicto irlandés entre católicos y protestantes o la represión de la mujer en el tercer mundo. Llegados a este punto de maduración, se hace necesario una mayor amplitud de miras de cara a próximas ediciones, máxime teniendo en cuenta el reto de Cáceres de ser capital cultural europea en el 2016. Los patronos extremeños del evento deben entender que el Womad merece más presupuesto, con el cual poder construir un festival con más días, más actuaciones y algún grupo o músico de renombre que garantice repercusión mediática mundial. Es posible. Tenemos que creérnoslo. Y si los fondos públicos flaquean hay que explorar el patrocinio de empresas de peso.