Profesor

A mí me gusta el Womad. Disfruto mucho con el espíritu y sobre todo con el ambientillo womero . Uno ya no está para músicas techno, pero los pies se me van apenas escucho a los improvisados grupos que alegran mi cuerpo con la percusión, mis ojos no descansan al contemplar a los volatineros, malabaristas y bailarines, tan escasos este año inexplicablemente, que concitan a su alrededor a muchos curiosos. Mi espíritu se amplía ante la contemplación de las maravillosas y enriquecedoras diferencias existentes en la naturaleza humana y sus culturas. Me satisface leer una referencia en la prensa nacional e internacional. Me causa alegría saber que desde América y Asia envían correos electrónicos solicitando información y reservas hoteleras. Calculo que ninguna campaña publicitaria es tan rentable. Y sospecho que los jóvenes que nos visitan volverán el próximo año a disfrutar del festival y de la ciudad y serán publicistas de Cáceres. Gracias a ellos muchas gentes oirán hablar de nuestra tierra y sus encantos.

Llegados estos días me compadezco de algunos cacereños y envidio a otros. Me compadezco, en primer lugar, de los vendedores de jabones, champuses, geles y desodorantes, que durante el fin de semana no deben vender un solo frasco, pues gran parte del personal womada aparece claramente reacio a sus beneficios. No sé si debería exigirse una ducha antes de entrar en la ciudad y ofrecer vestimentas baratas, pues algunos portan el mismo atuendo desde hace siete años y como el tiempo suele ser soleado por estas fechas, ni siquiera el agua de lluvia limpia cuerpos y ropas y aleja los olores. Estas tendencias a la suciedad no obstan para que lleguemos a la conclusión de que un ayuntamiento es un ente que siempre va detrás de los ciudadanos. Si el ayuntamiento coloca veinte contenedores de basura, el ciudadano necesita treinta. Si el ayuntamiento ofrece seis mingitorios, el ciudadano precisa sesenta.

Envidio a los hosteleros que hacen caja gracias a los miles de consumidores que pasean todas las calles y se reparten por toda la ciudad. En particular me gustaría ser dueño de algún establecimiento de bocadillos en los aledaños de la plaza Mayor. No sería extraño que uno de ellos hubiera entrado en el libro Guinnes con el récord de bocadillos vendidos en dos días. Tampoco puede quejarse la Policía Local, que nunca sospechó que una concentración de más de setenta mil personas deambulando por la ciudad a todas horas no produjera incidentes, accidentes o molestias insufribles, ni siquiera con el macrobotellón . Y los parques intactos. Y es que el público Womad será guarro quizá, pero buena gente.

Sin embargo, me embarga una pena. Y es que uno no tiene veinte años. Y encima tampoco tiene un perro pringoso. Aunque hubo una vez en la que existió otro festival, el Hispanoamericano. Y entonces éramos más jóvenes. Como que muchas bailarinas llevaban pololos.