El pasado mes de octubre, Wonder Woman era nombrada embajadora honorífica de la ONU. Se resaltaban, entonces, los valores que, este personaje de ficción, había encarnado en la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Los periódicos y televisiones daban cuenta de la noticia. Y, paralelamente, se iniciaba una recogida de firmas para que dicho galardón fuese revocado. Finalmente, esta semana, el personaje era desposeído del título, como consecuencia de la presión ejercida por un conjunto de personas.

Este asunto, que puede parecer insulso, adquiere relevancia por lo que significa: por ser una muestra más de la capacidad de coacción de eso que se ha dado en llamar 'dictadura de lo políticamente correcto'.

Los soldados de esa nueva forma de totalitarismo argüían que Wonder Woman lucía, impúdicamente, parte de su anatomía, o que vestía trajes muy ajustados, que, además, dejaban bastante piel al desnudo. En su opinión, la indumentaria del personaje era una ofensa para las mujeres, porque la hacía lucir bella y sexy, lo que para ellos significaba que, en modo alguno, podía ser investida como símbolo de la lucha por la igualdad de oportunidades entre géneros.

Si ustedes han visto a Wonder Woman, habrán contemplado que su indumentaria tiene pocas diferencias con las de otros personajes de tebeo, tanto femeninos como masculinos. En los masculinos, es habitual contemplar mallas tan ajustadas que quedan perfectamente marcados todos los músculos del cuerpo (hasta los atributos más íntimos). Muchos de ellos lucen, incluso, sus 'calzoncillos' de colores, y nadie parece ofenderse por ello. Con las superheroínas ocurre algo similar, y Wonder Woman no es una excepción a esta regla. Fue una de las primeras superheroínas del cómic, y representó un ejemplo para muchas mujeres, por su independencia, fuerza, inteligencia, coraje... y, también, por su belleza. Ahora, resulta que todos esos valores, que simbolizó durante décadas, quedan anulados porque unos dibujantes prefirieron plasmarla sobre papel como un personaje escultural, en lugar de como un ser poco agradable a la vista. Ni el mismísimo Valle Inclán podría haber imaginado un esperpento de tal dimensión. Pero ahí está, hecho realidad, como tantos otros... Por lo que se ve, ahora, lo absurdo es ley.