La sentencia de 2010 del Constitucional español que modificó el Estatuto de Autonomía de Cataluña votado en referéndum en 2006 abrió la puerta a la gran crisis que vive hoy España.

El apoyo de una mayoría de catalanes a la independencia de Cataluña es la respuesta a aquella arbitrariedad. Los partidos españoles -de derecha y de izquierda- no han aportado ninguna solución. Al contrario, han optado por reprimir el referéndum unilateral convocado por el gobierno regional catalán en 2017 y por destituir al gobierno y perseguir sus líderes, incluyendo su presidente, Carles Puigdemont. La represión ha dado alas al extremistas, nostálgicos de la vieja dictadura de Franco. Como ocurre en otros lugares del mundo, las actitudes xenófobas contra los catalanes son moneda corriente. El último ejemplo es la decisión de los habitantes de un pueblo andaluz, Coripe, en la provincia de Sevilla, que con el apoyo del alcade socialista de la localidad, han decidido utilizar un manifestación religiosa antisemita de Semana Santa, que incompresiblemente es declarada de interés turístico nacional, para reproducir el linchamiento simbólico de Judas con la quema y tiroteo de un muñeco que representaba el presidente catalán en el exilio Carles Puigdemont.

La extrema derecha se está apoderando de Europa y del mundo. En España, también. Aprovecha el proceso secesionista catalán para recortar derechos fundamentales, perseguir personas y encarcelarlas, además de anatemizar los catalanes.

La España negra renace en medio de la indiferencia de los viejos partidos de la monarquía. Los catalanes, en cambio, reclaman resolver el conflicto con un referéndum acordado de autodeterminación.