Ayer éramos la promesa de un voto. Hoy somos su resultado. Ayer éramos un pensamiento silencioso, escondido, a quien se le tendía la mano solicitando apoyo a una candidatura y hoy somos ojos y oídos que esperan el comportamiento de los que fueron elegidos responsables. ¿Y ahora qué? Esta es nuestra pregunta en estos días postelectorales.

No nos vale el que, para mayor confusión, todos nos digan eufóricos: ¡´hemos ganado´! Entonces... ¿Quién ha perdido? De ninguna manera ha de ser el perdedor el pueblo. ¡Ojalá no haya oposición y todos los responsables trabajen, no por sumar votos, sino para hacer regiones más prósperas, pueblos con más bienestar social y un país con mejores medios económicos, sanitarios, culturales y sociales. Donde las mujeres no fueran maltratadas, los niños fueran más protegidos de los malos ejemplos de los mayores, se acabara la violencia en las calles y todos viviéramos más seguros. El pueblo desea que los que ayer fueron como fuego dominando y avasallando con sus propagandas todos los espacios, no sean hoy una débil chispa cubierta de cenizas, destinada a apagarse. Ya no vivimos la época del ayer, en la que los ciudadanos se sometían a reyes y dictadores. Las sombras de los siglos no pueden alcanzarnos; los dedos de los muertos no pueden tocarnos. El hombre sólo se debe inclinar ante la verdad, la belleza y la realidad de un bienestar social digno para todos.