T"Lto bueno de la democracia es su papel previsible", afirmación que bien parece sacada de la lógica de los cuentos, pero así parece ser.

Desde hace muchos meses se sabe que el Partido Popular ganará las elecciones se convocaran estas cuando fuera; nadie duda de tal afirmación más allá de la lógica del partido que ya saben que cederá el poder y la de esos otros que nunca conseguirán tenerlo. Las quinielas están en si el PP conseguirá mayoría absoluta para gobernar desde sus propuestas o tendrán que hablar con las otras naciones que pueblan nuestro territorio político. Fiesta, sonrisas dibujadas en los líderes triunfadores, unidad y silencio cómplice arropador para encontrar el sillón soñado en la tribuna del poder.

Ya se piensa en el día siguiente que es ahora mismo, pero, ¿qué ocurriría si el axioma que encabeza esta reflexión deja de ser cierto?, si Rubalcaba --o el PSOE-- forman gobierno y siguen gestionando la previsible escasez, ¿qué ocurrirá con estos que negaron la sal y el agua al gobierno de Zapatero y pusieron una vela al diablo para encontrarse con el infierno actual? ¿Qué ocurrirá si los ciudadanos prefieren la cohesión social a los desiguales beneficios de unos pocos y dan su poder al primero de la clase? Son demasiados años para soportar el destierro de los salones de terciopelo acostumbrado por inteligencia divina y natural.

Preveo la hecatombe de ser así, el rechinar de dientes y la violencia de los salones en donde el dinero se fabrica, más infierno, si cabe. Poco previsible, digamos.