En Extremadura, en España, hay racistas. No siempre discriminan por el color de la piel, eso es verdad, lo hacen por la cantidad de dinero en los bolsillos con la que quienes nos visitan cruzan nuestras fronteras. No molestan por tanto los extranjeros, sino aquellos cuyo poder adquisitivo no da lugar a que otros ‘saquen tajada’. Con este caldo de cultivo y en un contexto de pandemia, un inmigrante al que culpar de haber originado un nuevo brote de coronavirus en Navalmoral de la Mata es un chivo expiatorio fácil para dar salida al miedo y odio acumulados.

Los datos son los que son. Se busca al ‘paciente cero’ que ha generado 22 nuevos casos confirmados y 42 en observación, que están en casa en aislamiento domiciliario. Se sabe que es un joven de origen magrebí y que llegó a Almería en patera. También que su traslado a la región fue a través del Programa de Atención Humanitaria y Protección Internacional y que contó con el beneplácito del Gobierno central. Con esos hechos el aluvión de comentarios xenófobos no se ha hecho esperar.

Yo me pregunto si la reacción y la forma en la que se ha dado a conocer la noticia hubiese sido la misma si se tratara de un turista británico o de un jeque árabe. Desde la Delegación de Gobierno, Yolanda García Seco, aseguraba el pasado viernes que se está aplicando el ‘procedimiento ordinario’ que se activa cuando una persona da positivo, pero la aclaración en sí misma ya da lugar a dudas, por aquello de que ‘excusatio non petita, accusatio manifesta’.

Entendemos que es la primera vez que la persona que ha generado el brote está en paradero desconocido, pero tampoco hay precedente de tanto detalle sobre sus circunstancias personales o de tanta saña social. Hace muy poco hubo un brote en Badajoz generado en una fiesta de cumpleaños ilegal y poco o nada se supo de quiénes la habían organizado y por tanto, eran responsables.

Y es que existe un doble rasero cuando se habla de la seguridad sanitaria que está determinado, no nos engañemos, por una sola cuestión: el dinero. Todos sabemos que desde que se estabilizó la famosa curva de contagios, la mayoría de los rebrotes se debe a casos ‘importados’, es decir, a personas que vienen de fuera, ya sea de España o de otras regiones. Y sin embargo, eso no ha impedido que nuestro Gobierno haya decidido abrir las fronteras y aceptar el riesgo de importar más contagios. La razón: hay que reactivar el sector turístico y con él la agonizante economía que ha dejado tras su paso la pandemia.

ESTA MISMA SEMANA nos hemos enterado de que desde principios de julio los británicos serán libres de visitar España sin necesidad de guardar cuarentena. Reino Unido, ese país donde los muertos siguen contándose por cientos todavía hoy y que es un ejemplo de una de las peores gestiones de esta crisis sanitaria en Europa. Y sin embargo, no hay reacciones racistas al respecto, y dudo mucho que escucháramos en boca de ningún político que un turista británico está en ‘busca y captura’ en el caso de generarse otro nuevo brote, que como todos sabemos habrá.

Vivimos en una sociedad que desafía el distanciamiento social para acudir a una manifestación anti racismo para condenar el asesinato de George Floyd, un ciudadano afroamericano que murió a manos de un policía a finales del mes de mayo en Estados Unidos; y que al mismo tiempo pone en duda la acogida y el traslado de un ciudadano magrebí en tierra española.

La gente no duda en apoyar con su firma una campaña de una oenegé que pide la retirada del mercado de los Conguitos, los populares chocolates de la empresa aragonesa Lacasa, por considerar que proyectan una imagen racista. Y mientras, hay otros que piden que la valla de Melilla se convierta en muro para frenar la inmigración irregular.

La incoherencia y la hipocresía han existido siempre y seguirán existiendo y tienen como base la ignorancia. Va a ser verdad que no hemos aprendido nada de este desastre natural que se ha llevado por delante la vida de miles de personas en España, de millones, en el Mundo. Todos deberíamos ser más responsables y cuidadosos a la hora de manejar y difundir según qué tipo de informaciones y reacciones. Todos. Porque esta pandemia todavía no ha terminado y este virus maldito no entiende de raza ni de clases. Y el próximo ‘paciente cero’ puede ser cualquiera de nosotros.

* Periodista