TDticen que estos son momentos de honda depresión para José Luis Rodríguez Zapatero . Aseguran que se siente amedrentado ante los editoriales en los periódicos, ante las voces en la calle, ante los susurros de los amigos. Está empezando a padecer el mismo síndrome de incomprensión que han sentido, antes que él, otros presidentes del Gobierno. Y ha comprobado que sí, que el poder le ha cambiado, contra lo que dijo. Sobre todo, lo hemos comprobado los demás. Ahora, hay que saber qué es lo que conviene hacer. ¿Lo sabe?

No me encuentro entre quienes disparan sin cesar contra el presidente a cuenta de sus meteduras de pata verbales. Más bien, creo que ha afrontado con valor torero los retos que, entre otros, suponía entrar en contacto con la banda terrorista y la reestructuración territorial, dando satisfacción básica a las inevitables pretensiones nacionalistas. Otra cosa es que haya sabido, o podido, hacerlo bien. Es ahí donde el antiguo Zapatero del talante ha mostrado el rostro de la prepotencia, que es una de las caricaturas de la ingenuidad.

Y, sin embargo, habrá que negociar de nuevo con ETA. Primero, que paguen por lo que han hecho --hay cientos de jóvenes ilusos, dementes, fanáticos, malvados, canallas, purgando ya sus desmanes y perdiendo lo mejor de sus vidas en la cárcel--. Luego, que comprueben que el Estado sabe enseñar las garras de la firmeza y de la dureza. Más tarde, que sean ellos los que, de nuevo, llamen a la mesa de la negociación. ]Y es ahí donde deben encontrar a una sociedad democrática, potente, sin resquicios, dispuesta a confiar en su Gobierno las riendas del proceso, y a un Gobierno capaz de renunciar a protagonismos, electoralismos y secretismos en aras del consenso con la oposición.

XCIERTO ESx que da la impresión de que aún habrá que andar un largo trecho antes de cubrir los abismos en los que nos hemos sumido a raíz del último atentado de ETA, tras el que ni el mejor intencionado podría decir que socialistas y populares han brillado a la altura política exigible. Se han tirado los trastos y la historia a la cabeza, han malgastado su tiempo en mirar lo que el otro no hacía para tampoco hacerlo ellos, han convocado manifestaciones sectarias, han olvidado el sufrir del pueblo. Y la casa sigue sin barrer, y una ETA debilitada, lumpenizada, escindida --parece-- de Batasuna, se crece con la sensación increíble de que basta con colocar un coche con explosivos en un edificio de utilización pública para tener la sensación de que controla el proceso. Y eso, señores políticos, sí que no.

Entramos en una semana en la que el Parlamento debe ejercer plenamente sus funciones, olvidando vacaciones excesivas. En la que los jueces deben recobrar la compostura apartidaria, y en la que los medios habrían de calificar al Ejecutivo con cierta ecuanimidad que no siempre existe. Y en la que el Ejecutivo ha de comparecer en sede parlamentaria para explicar qué es lo que tenemos que hacer, entre todos, para superar el vacío en el estómago provocado por la inseguridad de haber descubierto que el Gobierno no tiene todas las respuestas, pero los demás, tampoco.

*Periodista