Me gusta esta muchacha que lee ensimismada en el metro. Ya me gustó cuando la creí emboscada entre su libro y su silencio, pero es que la he visto ceder su asiento a esa señora y se ha ganado mi corazón. Mucho más cuando luego prosigue su lectura recostada contra la pared, como si nada, como si su gesto no tuviera el valor de un símbolo, ajena a que, en realidad, es el símbolo lo que importa. Los símbolos definen a las civilizaciones.

Hoy es el cumpleaños de Rocco Siffredi . Si en Europa fuéramos coherentes, un día del año llevaría su nombre. En Los Angeles, por menos, le han dedicado uno a Alejandro Sanz . Después de todo, Siffredi es ese europeo que se ha hecho famoso por darle por culo a la gente, como los del FMI, solo que él tiene la decencia de hacerlo a cara descubierta, y se quita el traje y la corbata para trabajar. Si, en lugar de actor porno, le hubiera dado por la política, estaríamos igual de jodidos, pero no decepcionados. Francia aún se está planteando lo del matrimonio homosexual, y eso es una decepción histórica. Que la pregunta: y tú a quién metes en tu cama, determine los derechos de las personas es como para partirse la caja de risa, sino fuera porque hace tiempo que la caja se fusionó con un banco y entre los dos nos embargaron el sentido del humor.

Europa, no hace tanto, era un muestrario de símbolos que apuntaban a un futuro en colorines. Hay quienes culpan de esta grisura actual al euro. Yo creo que han sido los arribistas y los mediocres disfrazados de políticos. Ellos se han cargado el chiringuito. No digo que el daño sea irreparable, pero vamos a necesitar años. Más años, otros símbolos, nuevas preguntas que no tengan nada que ver con la cama. Y más gente emboscada entre un libro, el silencio y un gesto.