Si la elección de Bildu como socio presupuestario del Gobierno no parece mal -véase el ministro Ábalos, por ejemplo-, no se entiende entonces la necesidad de justificarla, es decir, de apelar a la legitimidad de los votos de Bildu, que además es un error, por cierto, ya que con los votos ocurre lo mismo que con las opiniones: todas son legítimas, pero no todas valen igual, ni todas son válidas, ay. Baste un ejemplo con Bildu, ya que está aquí: ¿la opinión de Ábalos -ministro o no- tiene el mismo valor que la opinión de quien vota a Bildu porque dice entender la violencia, entendiendo por entender lo que cada cual quiera entender? Y un voto es una opinión, claro.

Pero es que justificarla sería además raro -otro es el adjetivo-, pues nadie justifica lo que no le parece mal, ni tendría por qué. Se comprendería la justificación si no pareciera bien, es decir, si quisiera defenderse la elección del Bildu pareciendo mal, solo por ser la decisión del Gobierno. Para lo cual sí convendría preguntar, precisamente, si es que los votos de Bildu acaso no son legítimos, que es pregunta que desencaja la mandíbula de los demócratas -“Coño, es verdad: esos votos también son democráticos”- y que acarrea resignación, basta oírselo a Ábalos: “Tenemos que asumir que Bildu es parte de esa representación popular que…”. El problema es que la pregunta se haría conociendo la respuesta. Esos votos preguntados con énfasis desafiante -¿es que acaso los votos de Bildu?- son legítimos para acceder al Parlamento, sí, porque la democracia no es perfecta -ahí está Vox-, pero no para que Bildu acceda al gobierno y a la dirección del Estado, que es lo que ha decretado el vicepresidente Iglesias al anunciar el pacto: “Será de legislatura y de dirección de Estado”. Porque una cosa es que Bildu quiera influir en la gobernabilidad del país para acabar con el régimen constitucional, o que eso proclame, y otra que el Gobierno facilite que pueda hacerlo cómodamente desde dentro.

Volviendo a la justificación, en fin, ya lo dijo Ferlosio: “El que quiera mandar guarde al menos el último respeto hacia el que ha de obedecer: absténgase de darle explicaciones”.