Efectivamente, nadie se merece un sueldo vitalicio habiendo trabajo donde ganarlo. Estamos de acuerdo hasta el punto de que no sale de nosotros sino de Jesucristo cuando dijo: «Te ganarás el pan con el sudor de tu frente». Pero también es humano que mientras no se pueda acceder a un trabajo se pueda comer un plato de lentejas bajo un techo, pues hasta las fieras tienen comida y cuevas; ¡se lo ganan!, dirán unos; sí, pero de una forma que no conviene que lo haga el ser humano, dicen otros. Estamos también de acuerdo en esto porque no sale de nosotros sino de cuando Jesucristo dijo: «Por que tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber,... Os lo aseguro, cada vez que lo hicisteis con uno de esos hermanos míos tan insignificantes, lo hicisteis conmigo». Entonces, ¿estamos en misa rezando pero dudando de que no sea necesidad sino puro teatro? No nos preocupemos tanto por nuestra hacienda, Dios surtirá al necesitado y sino, se lo llevará antes de dejarlo a merced del egoísmo, desavastecido y humillado. A veces se cierra el estómago pero se despeja la mente y habla el corazón para decirnos que, cuando no vemos solución a nada, encontramos la respuesta a todo.