XNxos pasamos la vida quejándonos. Con demasiada frecuencia, una visión crispada, negativa y obsesivamente crítica de la realidad supone una especie de anteojeras que nos impiden ver cuanto pasa a nuestro lado y mirar sólo al frente, a lo que engañosamente parece ser lo más importante. Vivimos sin reposo, corriendo siempre de un lado a otro tras una felicidad que nunca termina de llegar, preocupados por el pasado y ansiosos por el porvenir, lo cual hace que pasen inadvertidas en nuestra proximidad muchas cosas que rebosan plenitud y verdadera felicidad.

Hace unos días participé en un evento regional pleno de humanidad. Se trataba de la inauguración de los Juegos Extremeños del Deporte Especial (JEDES) que tuvieron lugar en Villanueva de la Serena, en esta edición bajo el lema "Yo estuve allí", concentrando a los centros educativos y ocupacionales para discapacitados físicos, psíquicos, sensoriales o con parálisis cerebral. Fui invitado para apadrinar al grupo de deportistas villanovenses y no pude sentirme más honrado y feliz. ¡Qué maravilla! La organización, el ritmo del acto y los diversos espectáculos transcurrieron con extraordinaria naturalidad y el efecto en los participantes y el público resultaba fantástico. Pero lo que más me llamó la atención fue la espontánea explosión de alegría y entusiasmo de los encantadores miembros de los equipos de la competición, cuyos expresivos rostros no dejaban de sonreír.

En los momentos precedentes a la ceremonia inaugural, algunos monitores me contaban cómo se vivían los JEDES en los centros de discapacitados; la emoción que embargaba a los participantes y el manifiesto deseo de competir que se despertaba en las personas con discapacidad. Es realmente sorprendente verles poner todo el empeño y emplearse a fondo en las pruebas, sin amilanarse, sin titubear, con un amor propio envidiable. Son sus juegos, y una oportunidad extraordinaria para demostrar sus capacidades humanas y su valor.

Viendo el delicioso espectáculo de aquella multitud de deportistas con discapacidad, pensaba yo en los muchos jóvenes (otros muchos no) que desaprovechan su edad y su salud en vidas anodinas, sedentarias, insanas, en horas y horas de estéril botellón, entre alcohol y tabaco; para luego pasarse la vida quejándose, sin dar nada, exigiendo sólo. Este es el raro misterio de la vida, que suele invertir los términos y convertir lo aparentemente sin valor en lo que es el verdadero ejemplo. Desgraciadamente, la FELICIDAD, con mayúsculas, no tiene demasiado que ver con lo que vulgar y generalmente se entiende con ser feliz; es decir, pasarlo bien, tener riquezas, salud y valoración social. Y sí tiene mucho que ver con la bondad y con haber encontrado un sentido para la existencia.

Precisamente por eso, me parece acertadísima la decisión, anunciada por el presidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, de conceder la Medalla de Extremadura a los JEDES en las personas de los cuidadores, educadores y voluntarios, que son quienes, con una dedicación verdaderamente ejemplar de cariño y entrega posibilitan la felicidad de tantos discapacitados extremeños. Esta tarea es encomiable, por lo que lleva de paciencia y generosidad. En lo que corresponde a la Junta de Extremadura y en concreto a la Consejería de Cultura y Deporte, ¡enhorabuena! por esta iniciativa pionera para favorecer la integración y la autoestima de tantas personas.

Creo, sinceramente, que un tesoro de incalculable valor en esta vida que a veces se hace tan difícil es tener a alguien muy cerca de quien proporciona realización, cuidados y amor. Esto es lo que procura una vida equilibrada y plena en este mundo complejo.

Esta es, ni más ni menos, la función de los JEDES. "Yo estuve allí" y lo vi con mis propios ojos.

*Escritor