Alo mejor soy rara, que no digo que no, pero nunca he necesitado perder algo para valorarlo. Y eso se aplica a todo, material, sentimental, espiritual...

No sé si la sensación de agradecimiento es algo congénito, si tiene que ver con mi educación cristiana, con un vitalismo desmedido o con algún tipo de tara que me hace apreciar hasta la lluvia una vez que me he mojado. Hay quien lo atribuirá a simpleza de espíritu, como los niños chicos a los que todo les parece bien, pero para mí que tiene más que ver con un entrenamiento en la resiliencia, palabro de los que ahora se usan tanto.

También creo que estos días no nos harán más buenos, ni más justos, ni más sabios. Que quien es mala persona no deja de serlo por estar confinado, ni mucho menos, sino que acabará sacando el lobo que tiene dentro para devorar a quien se le ponga por delante. Quien es bueno ha encontrado estos días feos una forma de canalizar su energía y sus ganas de hacer.

Lo mismo es aplicable a los que fían todo a unas siglas: nada va a hacerles cambiar de ideas. Unos porque creerán que se está haciendo lo que se puede y que no se podía prever lo que ocurriría ni aunque ya tuviéramos ejemplos cercanos. Otros porque dan por hecho que ellos lo habrían hecho mejor y habría sido menos grave.

Lo que yo sé es que tengo amigos que no saben qué va a ser de sus vidas cuando salgamos otra vez, que hay familias que a día de hoy no tienen ingresos, que muchos negocios no van a volver a levantar la persiana, y que desde luego hay que depurar responsabilidades.

Porque yo, como ciudadana, puedo opinar, hacer conjeturas, permitirme ser sabia a posteriori. Pero quienes nos gobiernan, no. Porque para eso les hemos elegido: para anticiparse, para decidir por todos, para tener un plan. Y si no lo vieron venir, si no supieron preguntar, preparar y organizar, no me sirven. Lo mismo que no les contratarían en una empresa privada, no tenemos por qué quedárnoslos en la empresa pública. Y no ya por las terrible pérdidas económicas, sino por las más de 20.000 vidas perdidas, vidas rotas, cuerpos almacenados a la espera de un entierro. Si por un perro se pidieron dimisiones, imaginen ahora.

*Periodista.