Periodista

Desde antes de las elecciones, de manera expresa o subliminal se ha destapado a diestro y siniestro, como perversa jaculatoria que haga que el jefe le tenga a uno presente, la estrategia maniquea del bien y del mal. A mí me tiene perplejo. Se me ponen los pelos de punta y me da un poco de acojone, qué quieren que les diga, el desenterramiento de buenos y malos; lo de el que no está conmigo está contra mí; del eje del mal, que dicen que amenaza continuamente la seguridad; de la resurrección de las dos Españas; de la demonización de los nacionalismos sin hacer diferencias, y que algunos cristianos sigan viendo la paja en el ojo ajeno y traten de curar su viga en clínicas privadas.

Y me da la tentación de gritarle al presidente, al de todos los españoles, en nombre de muchas voces anónimas: yo soy bueno, señor presidente. Porque cuando le oigo en plan zar, emperador, monarca, reina madre vigilante... decir algunas cosas de las que dice..., se me sube la bilirrubina y me corre un sudor frío que me llevan, sin querer, a tiempos predemocráticos. Porque además, si discrepas y no estás en el coro personal o mediático de soltar mentiras a diestra y siniestra, pueden caer en la tentación de matar al mensajero. Y eso es más grave cuando entre todos los demócratas habíamos llevado a este país a una situación de libertades, a la aceptación y la puesta en práctica de las normas democráticas y a caber todos en nuestra Constitución, con la que se podía elegir, criticar, hacer propuestas y convivir.

¿Que exagero? Un ejemplo de fuera, que con las alianzas nos atañe de lleno: ¿Estamos más seguros aliados al duro multilateralismo de EEUU e Israel con sus adláteres? Me lo expliquen por más que nos reiteren diariamente lo del eje del mal y la mezcla en el mismo saco del terrorismo --rechazable siempre--, las manifestaciones, las huelgas, el estar contra la globalización descontrolada y de las guerras que se justifican como mandato de la ONU, cuando todos hemos oído y leído que no es así...

Unos ejemplos de dentro: el malo es el tránsfuga y no el que le paga, de mil maneras, para que sea malo, infiel, caradura o especulador; el terreno militar --¿de todos los españoles?-- se pone en venta como urbano para comprar armas y modernizar el ejército; el precio de la vivienda ha subido entre el 90 y el 120%; la quiebra social y económica es tan evidente como lo era su avance desde la instauración de la democracia, y la economía (y no ha faltado la solidaridad de Europa) empezaba a estar en vacas gordas en los tiempos de cambio de gobierno; el portavoz de éste afirma sin rubor que se compromete a decir la verdad sin que hayan corrido ríos de tinta y sólo ha servido para algún que otro chascarrillo en el bar; todavía se habla de votos cautivos cuando se opta por prestárselo a partidos teóricamente progresistas; los pactos antinatura son considerados buenos o malos, depende de a quienes se le dé la mayoría; miramos a otro lado cuando el avance del empleo precario se enmascara con parafernalia de cifras de bajada de paro, amplificadas por medios afines o, en fin, cuando este mal llamado neoliberalismo --para mí capitalismo atroz-- ha olvidado la defensa de los valores más elementales en pro de los meros intereses.

Si no fuera por la manía de pensar y por la posibilidad de expresarlo, uno tiene la tentación de enrocarse y decirle al presidente que vamos a ser buenos, que los que estamos en posturas más progresistas, o lo intentamos de palabra y obra, le tenemos que seguir poniendo las cosas difíciles para procurar que esto cambie, aunque el mundo siga avanzando como ellos quieren. Que no somos apestados y que si nos ven por la calle, al menos nos saluden.