TZtapatero se va arrastrado por el fracaso de su proyecto, con un PP que sin hacer nada le lleva 13 puntos de ventaja en las encuestas. Puede ser que toque cantar las excelencias de quien se ha ido. Pero Zapatero solo se ha marchado en parte: sigue siendo presidente del Gobierno --casi en funciones-- y, sobre todo, pretende seguir siendo secretario general del partido. ¿Volveremos a la bicefalia de los tiempos de Borrell y Almunia? ¿No se ha aprendido nada de aquella experiencia?

Los corifeos del comité federal del PSOE aplauden. Cada uno defiende su parcela, y quienes aspiran a suceder a Zapatero no han sido sino una extensión de sus decisiones. Lo cierto es que el proyecto ZP está agotado en todas sus vertientes. El reglamento del PSOE prevé la celebración de un congreso extraordinario para elegir secretario general si dimite el titular. ¿No sería lo más sensato buscar un líder completo, capaz de elaborar un proyecto para el futuro? ¿Basta con cambiar de candidato para que desaparezca el estigma de Zapatero?

Los militantes del PSOE han sufrido un síndrome de Estocolmo --mientras la economía mundial iba viento en popa-- en el secuestro que ha hecho Zapatero de la organización del partido. Muchos miembros del comité federal han caído ahora en la cuenta de sus ocho años de silencio ante quien ha entendido siempre que la discrepancia era una ofensa. El PSOE se encoge. Cada vez que se celebran primarias se evidencia lo esclerotizada y raquítica que está su organización, en la que sus miembros son figurantes de una obra en la que solamente se les permite aplaudir. Las primarias vienen a ser un desahogo para quienes no pueden participar en la toma de decisiones del partido.

Unas primarias entre candidatos del equipo de Zapatero serían un autoengaño: los aspirantes tomaron parte en las decisiones que han llevado al PSOE al ostracismo. Y si no se atrevieron a discrepar de ellas, ¿por qué ahora pueden pedir revalidar un crédito que ya no tienen? En política, los errores se pagan con la dimisión. Y el gran fracaso del proyecto de Zapatero debe promover una catarsis que alivie el desastre previsible del 2012.