TEtl 30 de diciembre del 2006, José Luis Rodríguez Zapatero dijo que la negociación con ETA iba muy bien. Al día siguiente, una bomba de los terroristas vascos despanzurró la terminal 4 del aeropuerto de Madrid. El recuerdo de esa funesta metedura de pata me ha venido a la memoria cuando el presidente, tras su reunión del miércoles con Rajoy , aseguró, una y otra vez, que la situación económica está mejorando. Y no solo porque los datos que citó --cometiendo una nueva indiscreción en lo que a la evolución del PIB se refiere-- no son muy significativos, y más si se confrontan con las terribles conclusiones de la última EPA, y pueden cambiar de signo en un inmediato futuro. Sino, sobre todo, porque poco antes de que Zapatero pronunciara esas palabras los mercados sancionaban su creciente desconfianza en la solvencia de la economía española elevando hasta casi 130 puntos básicos la diferencia entre el interés de nuestros títulos de deuda pública y el de los alemanes: solo en la sesión de ayer, la subida fue de casi 20 puntos.

Es perfectamente posible --es más, es lo más probable-- que en los días y semanas sucesivos ese coste siga creciendo: el drama que está ocurriendo en Grecia va a inquietar aún más a los inversores. Y España va a seguir necesitando que le presten dinero. Y cada vez más. Aunque solo sea porque hay más parados. ¿Por qué, entonces, el presidente del Gobierno vino a confirmar que no va a adoptar medidas drásticas para reducir el déficit?

Caben varias respuestas a esa pregunta, no necesariamente alternativas y puede que complementarias entre sí. Una, que Zapatero no ha percibido la gravedad de la situación, que puede degenerar en catástrofe. Dos, que prefiere marear la perdiz --aunque nadie le cre-- porque no sabe qué es lo que tiene que hacer. Tres, que no está dispuesto a pagar el precio político que implicaría cualquier terapia de choque porque sigue creyendo que puede ganar las elecciones generales y que, a medio camino, no le va a ir tan mal en las autonómicas y municipales.

Cualquiera de esas hipótesis asusta. Pero además, ayer, tal vez por primera vez, Rajoy fue más convincente que él. Eso sí, solo un poco más.