WEwl presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder de la oposición, Mariano Rajoy, encarnaron ayer dos formas poco menos que antagónicas de afrontar el debate sobre el estado de la nación. Mientras Zapatero insistió en la relevancia de las políticas sociales puestas en marcha en materia de creación de empleo, vivienda, ayudas a los jóvenes y desarrollo de la sociedad de la tecnología, Rajoy se entregó con denuedo a lo que el presidente calificó de "profecías catastrofistas".

EL DISCURSO DE LOS DUROS. Estas profecías se concretaron en la inmigración, la seguridad y la aprobación del Estatut, que fueron los puntos de anclaje del discurso del líder de la oposición, convertido más que nunca en el portavoz del sector más duro de su partido. A la triple afirmación de Rodríguez Zapatero de que la inmigración solo es posible en condiciones legales, de que la delincuencia organizada se acabará con la acción coordinada de las fuerzas de seguridad y de los tribunales y de que las reformas estatutarias responden a iniciativas de las propias autonomías, Mariano Rajoy renunció a oponer sus propias propuestas. Prefirió recurrir al debate identitario, para denostar el Estatuto de Cataluña, y a la crisis de los cayucos y al brote de delincuencia organizada para pedir un endurecimiento de la ley. La incomodidad con el reparto de tiempos, pactado antes del debate, que los populares convirtieron en algarada, fue algo más que una anécdota: reflejó la crispación que aportaron al debate.

EL PAPEL DE CiU. El pacto estatutario Zapatero-Mas fijó el tono y el contenido de la intervención de José Antonio Duran Lleida, de CiU, tanto como la del portavoz de ERC, Joan Puigcercós. Ambos tradujeron el compás de espera abierto por la ruptura del tripartito y la campaña del referendo por el Estatut. Lo mismo hizo el presidente del Gobierno, en un ejercicio de equilibrio calculado: resaltó la contribución de CiU en la redacción del nuevo Estatut, pero dio por seguro que el no de Esquerra Republicana el 18 de junio se convertirá pronto en un sí a la hora de su aplicación.

EL DEBATE APLAZADO. La ausencia de un auténtico debate sobre el próximo inicio de contactos con ETA fue sintomático del acuerdo entre las fuerzas políticas para esperar y ver. Incluso el PP, más allá de una declaración genérica al principio de la intervención de Rajoy, evitó enzarzarse en una discusión que seguramente tendrá lugar dentro de muy pocos días, cuando Rodríguez Zapatero informe de las condiciones del primer encuentro con la banda.