Los cambios en el Gobierno transmiten un claro mensaje político. El de que Zapatero no tira la toalla. Por muy mal que le vaya en los sondeos y por muy sobrada que se sienta la oposición. Y confirman algo que no se suele tener en cuenta: que el Boletín Oficial del Estado es un instrumento muy poderoso, que quien manda juega con ventaja. Puede que Mariano Rajoy se acordase ayer de lo que decía Giulio Andreotti : "El poder desgasta, sobre todo cuando no se tiene".

En menos de dos semanas, el presidente del Gobierno ha jugado varias de las pocas cartas que aún le quedaban. Primero, el pacto con el PNV desterraba la hipótesis de un adelanto electoral, aunque la maniobra haya dejado malparado a su partido en Euskadi, posiblemente para mucho tiempo. (Del escaso amor político que Zapatero siente por Patxi López habla también el hecho de que haya convertido en ministro de la Presidencia a Ramón Jáuregui , uno de los socialistas vascos más críticos con el lendakari). El cambio de Gobierno ratificó que Zapatero está dispuesto a seguir peleando. Hasta el día mismo de las elecciones del 2012, en las que será el cabeza de la lista del PSOE a menos que de aquí a entonces se produzcan hechos extraordinarios.

La derrota electoral en las elecciones catalanas no debería ser uno de ellos. Falta saber su dimensión, y esa incógnita no es pequeña, pero en la cúpula del PSOE ya está asumido que va a producirse. No tan descontado, al menos en la mente de los dirigentes socialistas, está un desastre en las municipales y autonómicas de mayo. Esa es la batalla a la que están llamados los nuevos cargos: de Rubalcaba se espera que sea un gran comunicador; de Marcelino Iglesias , que contenga el descontento que hay en las filas socialistas.

El nuevo ministro de Trabajo debería mejorar las relaciones con los sindicatos. Pero para eso no valen solo las buenas palabras. Una instrumentación de la reforma laboral que se acerque a las posiciones de UGT y CCOO podría ayudar. Pero si no quiere hundirse en mayo, lo que el PSOE tendría que hacer, quizá a la chita callando, es postergar la anunciada reforma de las pensiones.