TDtos oleadas de indignación habrán encumbrado y hundido a Zapatero . Entró con los SMS y se irá con Twitter. Llegó en el 2004 cabalgando la oleada de indignación que había generado la ceguera del Partido Popular en la gestión informativa del 11-M. Las bombas en los trenes de Madrid provocaron una segunda detonación en la sociedad española porque los gobernantes del PP fueron incapaces de vehicular la conmoción con la dosis mínima de humildad y verosimilitud. Ocultaban una verdad, y una gran mentira fue tomando cuerpo. Setenta y dos horas bastaron, gracias al uso masivo de los SMS, para que una jornada de reflexión fuera de movilización hiperactiva y se diera la vuelta a unas elecciones a priori ganadas por Rajoy . Aquella gran oleada de revuelta contra el PP hacía tiempo que se estaba gestando en la profundidad social y la intención de manipular la orientación del choque psicológico del atentado la detonó.

Siete años después, el movimiento del 15-M está expresando un nuevo malestar, más difuso pero que también viene de lejos. Es un cóctel de expectativas defraudadas, desengaños, ausencia de horizontes e irritación. Son miles de jóvenes --y no tan jóvenes-- que ven cómo no les sirve de nada estar más preparados que sus padres y que no es cierto que se empiece por abajo y se vaya subiendo, porque hace años que después de un contrato basura viene uno peor. Que la pobreza de muchos la provoca la codicia de pocos. Es una generación irritada porque el optimismo proverbial de Rodríguez Zapatero se ha convertido en autismo final. Porque en un año se ha desguazado mucho de lo que había construido en seis. Ahora se han autoconvocado vía Twitter y han acampado para clamar pacíficamente que otra globalización es posible, que no se resignan a obedecer el dictado de unos mercados sin rostro como el único camino posible. En vez de votar, han empezado la reflexión de la izquierda derrotada. Se acerca una nueva oleada y es Mariano Rajoy quien la cabalga.