Si José Luis Rodríguez Zapatero sigue adelante con el trasvase del Ebro para aliviar las carencias de Barcelona no va a hacer otra cosa que comenzar una guerra del agua de consecuencias impredecibles. Los amantes de los trasvases basan sus argumentos en que el agua que desemboca en el mar y no es aprovechada en el tránsito de los ríos es agua perdida. Ese argumento es de una ignorancia enciclopédica y no tiene en cuenta ninguna de las normas elementales de los equilibrios ecológicos.

Zaragoza está próxima a inaugurar la Expo del agua. Si siguen adelante los planes trazados en secreto por Montilla y Zapatero lo que iba a ser la fiesta de H2O se va a convertir en un inmenso campo de batalla en donde los ciudadanos de Aragón --que han sido un soporte electoral proporcionalmente mayor al de Cataluña-- van a utilizar la Exposición Universal como una plataforma de protesta contra el Gobierno de Zapatero.

Aragón empieza a levantar cabeza después de siglos de ostracismo. Existe un diseño estratégico en el que la tecnología, la logística y el agua son los ingredientes de la recuperación de la autoestima de un pueblo que ha sufrido la pinza cruel entre el desarrollo inducido de Cataluña y la desidia castellana. La ira de Aragón, si siente traicionados sus acuerdos sobre el agua, puede ser el origen de una concepción autonomista insolidaria que engarce con la metodología con la que vascos y catalanes han abordado sus reivindicaciones identitarias. Castigar el autonomismo solidario para premiar a los victimistas es una mala táctica.

Barcelona tiene sed y hay que darle de beber, pero no a costa de abrir unas compuertas que ya nadie garantiza que se puedan cerrar. Un trasvase no es un traje de alquiler que luego se devuelve al sastre. Una vez que las tuberías están enlazadas, las cuencas se comunican y es una decisión irreversible.

Zapatero tiene deudas con José Montilla, pero no son menores las que tiene con Marcelino Iglesias , que está llevando adelante un proyecto de desarrollo sostenible de Aragón sin verter una sola amenaza y sin realizar ningún chantaje. No sería aconsejable convocar la ira de los más solidarios.

*Periodista.