TEts una mezcla entre el zapatófono del Superagente 86, Maxwell Smart (de ahí smartphone ), y la navaja multiusos suiza. Funciona sin cables y hace de todo. Y además bastante bien. Pero tiene peligro de adicción. Es el teléfono llamado inteligente, que desde que Apple lanzó el iPhone controla nuestras vidas. No podemos salir sin él, si un día te lo olvidas en casa es como si salieses desnudo, si se te acaba la batería te entra el mono ipso facto.

Sirve para lo siguiente: hablar por teléfono, enviar mensajitos, ver y enviar e-mails , navegar por internet, oír música, ver vídeos, tele, sintonizar la radio- Hace de GPS, grabadora, brújula, cronómetro, calendario, calculadora, fotos, juegos- Te da la temperatura en tiempo real hasta de Katmandú y te despierta con dulces melodías o chumba chumba, a discreción.

Si se lo explicase a mi abuelo, que saludaba al presentador del Telediario pues pensaba que le oía, le daría un patatús. Y, sin embargo, él pudo vivir felizmente toda su vida sin este adminículo para nosotros imprescindible. Este cachivache ha llegado a la cima del servicio integral por un precio muy razonable, y lo hace todo con insultante inmediatez. Pero a su vez nos ha esclavizado, ha devenido omnipresente y no parará hasta que nos lo injertemos en el lóbulo occipital y nos controle permanentemente. Nos informará hasta de las calorías de cada bocado. Es la dictadura del teléfono inteligente.

Ya no hay escapatoria, estés donde estés tu cliente sabe que estás conectado. Tu mujer, que has recibido el mensaje. Tu amigo, que estás pasando de él por tierra (teléfono), mar (SMS) y aire (e-mail ), que te estás escaqueando. Las excusas ya no sirven. Si no has llegado puntual es porque no pusiste el callejero, si no encuentras una farmacia es porque no conectaste el buscador, imposible olvidarse una cita con las alertas... Como el inefable agente Max, estamos trabajando para Control pero acosados por Kaos.