En tiempo de crisis el concepto de solidaridad se cotiza a la baja. O eso, al menos, parece con el tema de las pensiones. El mensaje que se percibe en los últimos meses es: hágase un plan de pensiones privado porque usted no cobrará la pensión pública o será tan pequeña que le costará llegar a final de mes. Hasta el ministro de Trabajo predica con el ejemplo ostentando que también él tiene un plan de pensión privado.

Pero ¿por qué interesa lanzar el mensaje de que la Seguridad Social puede entrar en problemas financieros dentro de 30 o 40 años? Hasta ahora es la Administración pública que goza de mejor salud financiera, obteniendo excedentes, y además dispone de un fondo de reserva de casi 60.000 millones de euros, lo que significa que podría pagar pensiones durante seis meses aunque no tuviera ingresos durante ese tiempo.

El problema de la sostenibilidad financiera de la Seguridad Social está en la palestra desde hace más de una década debido a las proyecciones demográficas que señalan una disminución de sus ingresos acompañada de un incremento de gastos respecto de los actuales. Entre las causas del desequilibrio se apuntan, por un lado, la disminución de la población activa en edad laboral, y por otro, el incremento de pensionistas por el alargamiento de la esperanza de vida y por la entrada en la edad de jubilación de la generación del baby boom . Se apunta que en el 2040, con una población similar a la actual, habrá que pagar 15,3 millones de pensiones en lugar de los 8,6 millones de hoy.

XLO QUE SORPRENDEx es que las reformas propuestas por el Gobierno actúen solo por el lado de la reducción de los gastos y, en cambio, no se propongan medidas alternativas para aumentar los ingresos. Así, prolongar la edad de jubilación (de los 65 años actuales a 67) y alargar el periodo de vida laboral computable para calcular la pensión (de los 15 años actuales a 25) persigue un claro objetivo de reducción del gasto. En cambio, no se proponen soluciones alternativas por el lado de los ingresos, como podrían ser el incremento de los tipos de cotización y la supresión de los topes de las bases de cotización, propuestas recogidas en algunos informes, como el del Banco de España.

El mensaje que se percibe es: como las pensiones públicas serán bajas, lo mejor es hacerse un plan de pensiones privado. Todo muy americano. Hágase su propio ahorro porque tiene que ser previsor para cuando se haga mayor. Si la Seguridad Social es también una institución de ahorro, ¿por qué el sistema privado es mejor que el público? Sorprende que, en lugar de reforzar la idea de solidaridad implícita en el sistema de pensiones públicas, se salga en defensa del principio de individualidad contenido en las pensiones privadas. Los que defienden las pensiones privadas no son las personas con salarios bajos, sino las personas con salarios altos, que son las que se pueden permitir realizar aportaciones sustanciosas a los planes/ fondos de pensiones privadas. De todos es sabido que aportar cantidades simbólicas de un 1% del sueldo --como realizan algunas empresas como sistema complementario al de la Seguridad Social-- va a significar una pensión también simbólica.

Se percibe que detrás de esa inquietud sobre la suficiencia de las pensiones públicas afloran posicionamientos en contra de la solidaridad y defienden la individualidad o la solidaridad solo de grupos. Los afortunados con salarios altos se quejan de que su pensión de jubilación de la Seguridad Social es baja por estar topada y que la solidaridad se tiene que repartir por grupos. Los pobres con los pobres y los ricos con los ricos, para que así los que cobran salarios más altos puedan tener pensiones más elevadas y los que cobran salarios bajos tengan pensiones más bajas que las actuales. El concepto de solidaridad cotiza a la baja.

Fomentar el sistema de pensiones privadas en lugar del sistema público de la Seguridad Social solo favorece a las rentas altas. El porcentaje mayoritario de la población activa no tiene capacidad económica para realizar un ahorro suficiente complementario al de la Seguridad Social, y en otras ocasiones falta la percepción de la necesidad del ahorro para épocas futuras. Los efectos del mensaje de promover los seguros privados de pensiones tendrían como resultado concienciar a los ciudadanos de la resignada inevitabilidad de la reducción de las pensiones públicas y, al tiempo, colaborar a la salud financiera de los fondos de pensiones.

El ahorro para la etapa de la jubilación gestionado por una institución pública es un concepto moderno típico del Estado del bienestar, que se asienta sobre el valor de la solidaridad con el fin de lograr una redistribución de la riqueza y mejorar la situación económica de la sociedad en general. Promover el valor de la individualidad --cada uno tiene que velar por su pensión-- en lugar de promover el valor de la solidaridad --pensiones dignas para todos-- conllevará un empobrecimiento de la población en su conjunto. No vale el sálvese quien pueda.