En Extremadura, el mayor tiempo medio de espera para una operación, a fecha 30 de junio, es de 192 días. Para una de neurocirugía en el área de salud de Cáceres es de 208. La placentina María Mendo lleva esperando más de 600 para una operación de este tipo en Cáceres, desde abril del 2018, en que se hizo el primer preoperatorio. Su calvario, su día a día, su malestar no solo por la espera sino por el trato que ha recibido de algunos profesionales, ha llevado a su pareja, Alejandro Pulido, a crear un blog (laesperanoentiendedelistas.blogspot.com) porque «el derecho a expresarme no me lo han quitado, ya que el derecho a la salud se lo están quitando a María. Mudos ya no nos vamos a quedar».

Ella misma cuenta que, con 20 años, la operaron de una hernia en la espalda. Decidió entonces hacer «mucho deporte para estar fuerte y que no me volviera a pasar» y lo logró durante diez años, pero cuando cumplió los 30, comenzó de nuevo a sentir «otra vez molestias en la espalda». Hasta que un día, precisamente haciendo deporte en el gimnasio, «no pude levantarme del suelo».

Acudió al reumatólogo, le diagnosticaron contracturas y tratamiento con fisioterapia. No mejoró, sino que iba a más. Llegaron nuevos tratamientos y consultas con otros médicos hasta que le dijeron que tenía una hernia discal lumbar y una protusión justo encima.

Entonces la derivaron a Cáceres y recuerda que «justo el día antes de la cita, tuvieron que ingresarme en Plasencia» porque, de nuevo, no podía moverse. Un día de ingreso con antiinflamatorios y tranquilizantes y al día siguiente, a Cáceres.

Fue en marzo del 2018 cuando la pusieron en lista de espera para la operación, como preferente. «El médico me dijo que, antes de 6 meses, tenían que operarme». Hizo el preoperatorio en abril, pero se dio la circunstancia de que su neurocirujano se trasladó a Badajoz y su caso pasó a una neurocirujana.

Como el tiempo pasaba, «la llamamos muchas veces, pero no conseguimos hablar con ella. No sabía en qué número estaba de la lista, ni cuándo podrían operarme, no podía hacer planes para nada. Nadie nos decía nada».

Finalmente, en febrero de este año la vio la nueva doctora. «Nos dijo que estaba de acuerdo con la operación y nos preguntó que por qué la llamaba tanto y por qué tenía tanta prisa por operarme». «Al menos que nos traten con educación», apunta su pareja. El preoperatorio de abril del 2018 se le caducó y, pese a la consulta de febrero, hasta el pasado 4 de diciembre no le han hecho otro, con vigencia «de un año».

Entre medias, «me sacaron de la lista de preferentes y me volvieron a meter» y ha tenido seis ingresos en Urgencias desde el mes de marzo, «conectada a una bomba de morfina mientras los médicos no dan crédito».

Llega a tomar hasta 9 pastillas diarias, aunque intenta no tomar ninguna, hasta que de nuevo no puede moverse. Y en todo este tiempo, su problema se ha agravado y ya tiene dos hernias.

Han reclamado y recurrido al Defensor del Paciente, que les da la razón, pero nada ha cambiado y además, se quejan del trato de algunos profesionales. «Por lo menos que sea digno, que te informen, que nos escuchen, es que somos invisibles, un cero a la izquierda». Pasear es el único ejercicio que puede hacer ahora María. «¿Quién le devuelve el tiempo perdido?», pregunta su pareja.