TFtue bien comunal, uno podía ir allí y recoger la leña necesaria para el hogar, recolectar frutos de la dehesa, incluso llevar sus animales a pastar. Hablo de Valcorchero, castigado por los envites de un siglo XIX privatizador que, hacia 1860, había finiquitado casi todo el monte público de España. No es un secreto que la Reforma Agraria que pretendía paliar el hambre existente, no logró restituir bienes por más que intentara dar tierras a los yunteros para que subsistieran. En Plasencia, que nunca ha destacado por repartos igualitarios aunque sí por beneficencia, el caso fue más grave, ya que la propia corporación municipal se opuso al Instituto de Reforma Agraria en su intento de dar tierras a los campesinos. Hablamos de una expulsión en 1934 y de una reposición parcial en 1936.

De alguna manera, la Historia hizo que Valcorchero dejase de ser del pueblo.

En 2002, los trámites para la creación de un campo de golf siembran alarma social entre los vecinos. Casi medio centenar de asociaciones placentinas se unieron bajo el lema Valcorchero, protégelo .

Sería bueno cuidar este escarpado monte granítico, del que se sacaron muchas piedras que hoy conforman la catedral de Plasencia, cuyo alcornocal no deja de sorprender y que guarda en su interior tesoros como un bosque de perales salvajes, probablemente, único en España. Por si fuera poco, cuenta con un asentamiento neolítico, en el que algunos historiadores contabilizan cerca de 3.000 personas y que, de alguna manera, como si fuera un misterio maya extremeño, abandonaron dicho emplazamiento sin razón aparente.

Un monte como este habría de ser un recurso turístico y, por ello, económico. Y sin embargo se encuentra apartado (y no solo físicamente) del tan bienintencionado turismo placentino.

El 12 de abril del 2005, fue declarado Paraje Protegido de Extremadura. Si administrativamente es querido, protegido, ¿tan dificil es darse cuenta de que somos nosotros los que lo tenemos que poner en práctica?