Era todo un personaje. Conocido como Agustín Cartones , el indigente más educado de Plasencia no ha resistido un invierno más y ayer apareció muerto en la casa de un amigo en Gabriel y Galán donde había ido buscando cobijo desde la nave donde dormía últimamente tras muchos años en la calle, a la puerta de la plaza de abastos o en el cajero de Caja Extremadura en la Plaza. Debió verse en las últimas porque ya era enemigo de dormir bajo techo, como él solía decir.

Agustín Jiménez Rufo, como así se llamaba, no tenía más de 50 años pese a su aspecto avejentado por culpa de la droga. Será enterrado esta mañana en Peraleda de la Mata, en familia, donde se lo llevará un hermano que ayer se desplazó al tanatorio de San Lázaro donde lo había trasladado el ayuntamiento con la intención de hacerse cargo del entierro como con cualquier indigente. Aunque su trato educado como pedigüeño, que le hizo tener toda una red de colaboradores a pie de calle que lo mismo le aseaban que le daban el donativo diario, le hizo diferente. Hasta entrañable personaje, cuyas maneras dejaban ver que fue un hombre culto, técnico de telefónica de profesión, con familia. El martes murió en el sillón donde dormitaba.