Así vamos a veces sorteándolas como si padeciésemos el baile de San Vito. ¿Pero qué demonios pasa? ¿Tan difícil es hacerse responsable de quien, en la mayoría de las ocasiones, consideramos un miembro más de la familia?

Y así es, una mascota tiene sus necesidades como cualquier componente más de un hogar, incluso muchísimas menos, pero al menos deberíamos hacernos cargo de las pocas que demanda. Esto es como cuando haces tus necesidades y no utilizas la escobilla del wáter. Alguien, normalmente el que viene detrás, ha de hacerse cargo de lo que tú has ensuciado y ahí está el problema, cada quien ha de responsabilizarse de lo propio, todo lo demás es eludir obligaciones.

Desde las administraciones se están dando facilidades para hacer más llevadero el cumplimiento de este deber, con la entrega de bolsas de recogida de heces y botellitas para agua con las que diluir los orines. Aunque nada es suficiente, cuando no existe voluntad de cada dueño para ocuparse de la suciedad de su mascota depositada y abandonada sobre bienes que disfrutamos todos, calles, parques, etc. Nos encanta quejarnos pero odiamos cumplir con nuestro deber.

Desde hace años, el Ayuntamiento de Plasencia ha habilitado, en numerosos barrios de la ciudad, espacios para que los perros puedan estar sueltos y realizar sus deposiciones tranquilamente, además, se han adjudicado varias obras de ampliación de otros dos y de creación de tres nuevos. Pero aún así, hay que llegar a multar a los incívicos, para que la ordenanza establecida, al menos les toque el bolsillo y, algunos ni con esas.

También, como medida contra el incivismo, próximamente dará inicio un proyecto piloto educacional destinado a alumnos de algunos colegios e institutos placentinos, para concienciar sobre el respeto que conlleva tener mascotas. Uno de los valores más básicos que, desgraciadamente, se están perdiendo en la sociedad actual. Porque, como todo en la vida, es educación lo que se necesita para convivir de forma sana y compartir los bienes públicos.

Tal vez no podamos evitar lo que otros hacen mal, pero sí podemos regalarles nuestro ejemplo a ver si a alguno se le cae la cara de vergüenza y recoge lo que le corresponde. ¡Ay qué bien nos iría si todos cumpliéramos las normas de convivencia establecidas socialmente, en lugar de saltárnoslas a la torera!