El 14 de octubre de 1969, se constituía Cáritas Interparroquial de Plasencia por las parroquias de San Pedro, San Nicolás, San Esteban y El Salvador. Nació con la vocación de «compartir recursos para atender necesidades». De esta forma, «las parroquias aportaban los recursos obtenidos en la colecta del primer domingo de mes y ayudaban a las familias necesitadas». Porque entonces, «no existían los servicios sociales, solo ayudas que daba la Junta de Beneficencia al Ayuntamiento».

Desde entonces y hasta hoy, han pasado 50 años y el responsable de Cáritas Interparroquial, Pablo Vicente, destaca que todo ha sido posible «gracias a los voluntarios». Más de un centenar, según la memoria del 2018, que «ofrecen su tiempo y esfuerzos para los más débiles de nuestra sociedad».

Porque han llevado a cabo proyectos para atajar el alcoholismo y la drogadicción, por la comunidad gitana, de alfabetización, talleres ocupacionales, manualidades, campamentos, educación de adultos, de graduado escolar, taller de cocina y, en 1987, pone en marcha el ropero, situado actualmente en la avenida de la Vera y que ha llegado a atender a 150 familias y 90 personas sin hogar. Cuenta con 20 voluntarios.

Actualmente y, fruto de un plan estratégico de actuación, presta ayuda a las familias a través de las parroquias, atendiendo a una media de 121 familias al año, que se disparó a 260 en el año 2011. La mayor demanda es para pagar luz, agua, vivienda, gas o gastos de farmacia.

También gestiona el comedor social y, en 1984, abrió el hogar de Nazaret, para atender a mayores, donde actualmente hay 82 residentes y 17 plazas en centro de día. Han pasado por esta instalación unas 400 personas en estos años. «¿Qué hubiera pasado si esta Cáritas no hubiera funcionado», se pregunta Pablo Vicente.

Y, como ayuda al Tercer Mundo, desarrollan un proyecto de atención primaria, formación y desarrollo en Zimbabwe.