La Escuela Municipal de Cocina Luis Irizar es un centro gestionado por el Ayuntamiento de Plasencia que se ha ganado el prestigio y reconocimiento del sector a lo largo de sus 20 años. Bajo la batuta de Jesús Fraguas, María Teresa Moro y Juan Antonio Aznal, forma cada año a jóvenes con un objetivo claro, prepararles para que sean buenos profesionales. No todos lo logran, porque el oficio es duro y hay que tener sobre todo, actitud, pero quien la tiene, consigue trabajo. De hecho, la escuela recibe peticiones de hoteles y restaurantes de toda España.

En estos 20 años, algunos alumnos han recibido reconocimientos y ganado premios. Es el caso de Alberto Montes, que ganó el concurso nacional de tapas y esta semana ha dado una clase magistral en la escuela.

Su caso sirve de ejemplo para describir cómo funciona. Su encargado, Jesús Fraguas, cuenta que cuando Montes hizo la entrevista de acceso «no lo veía centrado en que quería ser cocinero y no hizo la matrícula. Dos años después, volvió con otra actitud». Porque el comportamiento en una cocina es uno de los aspectos más relevantes que intentan transmitir.

«No todo el mundo viene con ganas de ser un profesional y ese es precisamente el objetivo. La gente se cree que es fácil, pero es duro y sacrificado, hay tensión», explica Fraguas. Y es que en esta escuela se trabaja como si se estuviera en una cocina profesional. Por eso, se cuida la limpieza, la organización, la actitud, unido a un temario teórico y a una parte práctica basada en «conocer lo tradicional, las bases» y tanto la cocina extremeña, como la nacional e internacional.

Y todo en unas instalaciones que el propio Fraguas diseñó «como las que se montan en un hotel o en un restaurante». Se basó en su experiencia, forjada desde los 14 años en escuelas, fregando platos, en un almacén y en hoteles y restaurantes del país.

Le ofrecieron el proyecto de la escuela y subraya que «ahora se están viendo los resultados reales, los reconocimientos». Prácticamente cada año se cubren las plazas y, tras dos años de clases, los alumnos obtienen un título privado y se les abren las puertas para encontrar trabajo. «Aquí consiguen una buena base para empezar a ser buenos profesionales. Esto es un trampolín».

Muchos lo cogieron y dieron el salto. Unos trabajan en el anonimato y otros han recibido reconocimientos públicos. «Para mí, son tan importantes los unos como los otros», destaca. Con el presente del centro se muestra «contento, porque muchos profesionales no valoraban la escuela y ahora nos dan la enhorabuena». Y sobre el futuro, solo espera «que la escuela siga su camino».