Si de algo puede estar orgulloso el norte de Extremadura, Plasencia y San Gil en estos últimos diez años, es del campo de trabajo San Gil/Placeat. Han sido 12 días entre voluntarios llegados desde toda España y los usuarios de Placeat en el albergue de San Gil, donde no hay discapacidades y todos son iguales. Toda una década enseñando a Extremadura, España y al mundo entero que todos tienen las mismas capacidades.

Y es que, otro año más, diez voluntarios llegados desde varios puntos de la geografía española han pasado las vacaciones de verano con los usuarios de Placeat en San Gil. Y han sido unas vacaciones en las que han hecho de todo: manualidades, rutas senderistas, actividades nocturnas, talleres y también han tenido tiempo de salir a visitar diferentes localidades y piscinas naturales del norte extremeño.

«Es un escaparate bonito de la verdadera inclusión, que es nuestro objetivo y lo hacemos gracias a los voluntarios que hacen con nuestros chicos y chicas actividades normalizadas donde ellos están incluidos. La frase más repetida que he escuchado estos días, en boca de los voluntarios es que venían a dar y se van recibiendo más de lo que han dado», explicaba Jesús Ginés, director del campo de trabajo San Gil/Placeat.

Para Paula era su primer voluntariado en un campo de trabajo: «No me arrepiento de nada, porque es una experiencia muy gratificante y lo que más me reconforta es lo agradecidos que son los usuarios de Placeat, que te dan las gracias por todo y, sobre todo, por haberles ayudado durante estos días», señalaba la voluntaria llegada desde Cartagena.

Y lo mismo le ocurría a Juan José, cordobés y que era su segundo año de voluntariado. «La experiencia es muy buena, se coge mucho cariño a los usuarios y siempre tienen una sonrisa. Son personas maravillosas, quiero guardarme estos momentos y recuerdos para cuando sea mayor y estaré encantado de volver algún día por aquí», subrayaba.

El Campo de Trabajo San Gil/Placeat finaliza hoy y los voluntarios regresarán a sus casas, seguramente, con una buena lección de vida. Seguro que, como cada año, ayer, en la fiesta de despedida, se derramaron lágrimas entre voluntarios y usuarios, porque al final lo que queda es la amistad, el compañerismo y la experiencia vivida entre todos ellos, porque como todos dicen: «Al final somos una gran familia», algo que remarcaban todos y cada uno de los participantes.

El pasado jueves realizaron una jornada de puertas abiertas para mostrar a la directiva de Placeat, familiares y autoridades, el trabajo realizado. Para muchos fue difícil contener la emoción al ver a usuarios recitar poemas o verles toda la mañana sin perder la sonrisa, porque estaban «felices y contentos», como decían algunos de los usuarios.