Eran las doce y media de la noche de un día de diario y no había un alma en la calle del Sol. Susana F.N. acababa de salir de trabajar y no se lo pensó dos veces para salir corriendo cuando vio acercarse a dos hombres con sendos palos de hierro. "Yo no sé si me hubieran hecho algo o no, pero me acordé de la chica a la que le rompió los brazos un hombre con un bate de béisbol y me di la vuelta corriendo".

Llegó asustada a la jefatura de la policía local, donde el agente de turno salió a abrirla después de tocar el timbre. "Le conté lo ocurrido, que me daba pánico irme sola a casa y le pedí que llamaran al taxista de guardia, pero me dijo que no porque sólo era para ir al hospital" y le pidió ayuda porque ni siquiera tenía suelto para llamar por teléfono. "Pero me contestó que ese no era su problema, cerró la puerta y ni siquiera fueron a dar una vuelta por la calle del Sol".

La mujer buscó un bar abierto donde la cambiaron un billete y logró llamar a un conocido. "Yo no he puesto una queja porque para qué, ¿para que tomen represalias? Pero he querido que la gente sepa qué servicio público tenemos". Aunque en otra ocasión, hace años, reconoció que le llevó un furgón a casa.