T oca defender a los más indefensos, esos peques que un día con 9 añitos le preguntan a su madre: «Mamá, ¿cuántos años me quedan de cole?» y… descuben la cruda realidad. Por si no tuvieran bastante, ahora les proporcionamos más, de todo, idiomas, porque ya no vas a ningún sitio sin saber inglés, informática, porque estamos en la era digital, conservatorio, porque complementará su formación (encima con un altos niveles de exigencia y presión para superar las pruebas de acceso) y así, un largo etc.

Es aquí cuando entran en juego, y nunca mejor dicho, las actividades extraescolares, esas en las que el niño solamente se divierta, por el mero disfrute de hacer lo que le gusta una hora o dos en la semana jugando.

Este año la oferta deportiva del ayuntamiento, a través de la celebración de la Feria del Deporte, ha retrasado la fecha de su presentación, con lo que colegios y academias ya habían comenzado sus clases regulares correspondientes según el calendario oficial, estableciendo horarios prácticamente inamovibles por regla general, en torno a los cuales encajar el tiempo de juego necesario en la vida de un niño para su correcto desarrollo, entre el resto de tareas. Malabares hacen esos padres con las horas del día y los deberes que cumplir.

Muchos, sin tiempo, buscan suplir con estas actividades aspectos propios de la educación entre padres e hijos que, aun cuando en todos (o en la mayoría) de los deportes se cumpla un riguroso respeto y disciplina hacia uno mismo y los compañeros y el maestro sea un referente para el niño transmitiéndoselos, es el trabajo de equipo en familia el que ha de encargarse de educar en estos valores básicos y, llegado el momento de practicar la actividad elegida, el niño sepa que las reglas del juego están para cumplirlas y haciéndolo, disfrute plenamente de ello, sin más preocupación que pasarlo bien. Otros, tratan de cumplir un sueño infantil frustrado a través de sus descendientes, al no disponer de la oportunidad que ahora a ellos les brindan.

Casi siempre el puzle encaja y todos contentos, a veces en cambio, no, el plazo de inscripción resulta corto, el horario no lo facilita o la actividad no se lleva a cabo; entonces la desilusión cubre sus caras y sólo queda estar atentos al siguiente cuatrimestre para jugar en lo que más nos gusta. Procuremos, todos, que ningún niño se quede sin jugar.