Se colaron por el campanario y de lo más alto saltaron unos dos metros al tejado para romper el cristal de una ventana que da al interior de la iglesia de San Nicolás y deslizarse por un cable de acero a una altura aproximada de diez metros. Todo para acabar llevándose la calderilla del cepillo porque el día anterior lo había vaciado el párroco, Francisco Clemente.

"Para haberse matado" decía ayer mientras señalaba el cable que estuvo colgando todo el día para asombro de los feligreses, que no daban crédito a que los cacos se hubieran tomado tantas molestias para tan escaso botín porque no se llevaron ni uno sólo de los objetos artísticos de valor que alberga San Nicolás.

Sí enredaron en todos los cajones de la sacristía, pero sólo forzaron el cepillo y la cerradura de la puerta trasera para abandonar la iglesia. Todo ocurrió de madrugada y el sacerdote descubrió el desaguisado poco antes de la primera misa del domingo, que es a la diez de la mañana.

CONOCIDOS La puerta del campanario debe ser la única que no estaba reforzada con hierro porque en todas las demás han ido tomando precauciones a medida que iban sufriendo robos. Ayer no parecía estar forzada aunque si estaba abierta o los ladrones se hicieron con una llave es materia de investigación policial.

La teoría del cura y los parroquianos es que los autores conocían el terreno porque no es que fueran provistos del cable de acero por el que se descolgaron al interior, sino que sabían que estaba en el tejado desde unas obras anteriores, y que la iluminación artística les sirvió de foco en la madrugada para dar el golpe. Se dieron maña, pero sólo sacaron calderilla.