Ángel Gabriel Tovar toma 12 pastillas diarias, puede sufrir hasta quince tipos de dolores diferentes y ya no puede ir al gimnasio, cazar, pescar ni viajar. Padece párkinson desde hace seis años y en este tiempo ha avanzado tanto que, si no pasa por una arriesgada operación, «en dos o tres años estaré en silla de ruedas». Y tiene 55 años.

Es lo que le han dicho los médicos y por eso, cuando el año pasado vio que se estrenaba una unidad de neurocirugía funcional en Cáceres, le planteó a su neurocirujana del hospital Virgen del Puerto de Plasencia que quería someterse a una cirugía de estimulación cerebral profunda, una intervención de «entre quince y veinte horas de duración» en la que tendrán que abrirle el cráneo para instalarle dos electrodos que irán conectados a un generador que también le implantarán.

Todo para estimular una parte del cerebro que él llama la «zona negra» y que le impide producir dopamina. Esto provoca los temblores característicos del párkinson, a lo que se suma el dolor. «Mis músculos están muy deteriorados, antes podía dar cinco vueltas al parque de La Isla y ahora no puedo dar ni una», se lamenta.

Pero para operarse no basta solo con quererlo, Gabriel tenía que cumplir una serie de requisitos y superar unas pruebas. Por eso, cuando le llamaron para decirle que las había pasado y era apto para operarse, «ese día estaba como loco», recuerda aún emocionado.

Su pareja afirma que «no duerme esperando la operación» y todo a pesar de su complejidad. De hecho, «me han dicho que solo operan a tres personas al año».

Será mañana lunes, a las ocho de la mañana, cuando entrará en el quirófano, tras ingresar esta tarde. «Tengo todas mis esperanzas puestas en la operación». Le han explicado que las primeras seis horas tendrá que estar despierto, «y me dormirán por intervalos porque tengo que ir colaborando con ellos».

15 años más de calidad

Días antes del ingreso, confesaba sentir un cúmulo de sensaciones, pero tras pensar una respuesta, afirmaba: «Estoy contento». Porque, si sale bien, pasará de las doce pastillas diarias a tan solo tres y porque podrá recuperar hasta el 80% de movilidad. «Me dan hasta quince años más de calidad de vida», que es su meta, «recuperar mi vida anterior, mi negocio, la caza, la pesca, viajar... si sale bien, en marzo nos vamos a Venezuela».

Gabriel es de Jaraíz de la Vera, pero lleva tres años viviendo en Plasencia. En todo este proceso de degeneración, pruebas y esperanza, subraya que ha contado con muchos apoyos, «el de mi pareja, mi familia y mis amigos, hay mucha gente muy interesada por mí, que me pregunta a diario».

Recordando el pasado, el presente y el futuro que quiere conseguir, en varias ocasiones están a punto de aflorar las lágrimas y no quiere olvidarse de dar las gracias: «A la Junta de Extremadura y al consejero de Sanidad, José María Vergeles, por haber implantado esta unidad y este equipo en nuestra comunidad, porque antes, para operarnos, teníamos que desplazarnos hasta Asturias y ahora el SES sufraga toda la operación».

Gabriel espera comenzar el 2019 siendo el hombre que era porque: «Esta enfermedad es muy dura, vas viendo que quieres llegar y no puedes».