En estos convulsos momentos que vivimos el malestar general ha suplantado a ese Estado del Bienestar que ahora se tambalea. Ni una sola de las cuatro patas que lo sostienen: educación, sanidad, pensiones y trabajo es lo suficientemente fuerte para ampararnos a todos dignamente.

La precariedad en la que se encuentra está pasando factura a un elevado número de ciudadanos y, en las zonas más desfavorecidas como las rurales, los efectos negativos son más acusados.

Lo sabemos bien quienes hemos tenido que usar los servicios de salud regular y necesariamente durante años y comprobado el declive a todos los niveles. Sirva de ejemplo lo padecido por millones de pensionistas, especialmente vulnerables en nuestra zona, donde la mayoría ha desarrollado su vida laboral en el sector agrícola, siempre infravalorado, que sobreviven cada mes con pensiones mínimas y que están pagando las carencias de este frágil sistema sanitario más que ningún otro sector poblacional.

En cuanto al trabajo, la crisis se agravará al terminar el verano, como cada año. El grupo de facebook ‘Solidaridad Plasencia’, que administro junto a varias personas más, demuestra fehacientemente el aumento diario de solicitudes de adhesión. Creado en 2012, está cerca de alcanzar la nada desdeñable cifra de ocho mil miembros.

Y por último e igual de importante está la educación, en tanto y cuanto es un Derecho fundamental recogido en nuestra Constitución, garantizado por el Estado a todos los ciudadanos y cuyos principios básicos constituyen la base del desarrollo de la personalidad humana y del sentido de nuestra dignidad, padece su propia pandemia desde hace demasiadas décadas, tras múltiples y diferentes leyes y reformas.

Y es que, a escasas semanas del comienzo del curso escolar, profesores, padres y alumnos ignoran las circunstancias en las que podrán impartir y recibir enseñanza. Sin hablar de las actividades extraescolares, en serio peligro de extinción. Ya que, por desgracia, parece que los responsables de establecer el protocolo para este anormal inicio de curso, aún no tienen nada claro cómo afrontarlo y trasladan sus competencias al sector educativo, minusvalorando la importancia de lo que se trata y poniendo en riesgo la educación y salud de alumnos y docentes.

¡Qué Dios nos coja confesados!