La madre naturaleza se revela.

La borrasca Enma fue la primera y llegó con fuerza aportando alegría, dadas las necesidades de lluvia existentes en acuíferos, embalses, aire y campo. Nieve en altura y lluvia en bajura. Tras ella, Félix arreció con más agua y para remate, la alerta amarilla se elevó a naranja desde la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) por la llegada de Gisele, que añadió viento al asunto y provocó cientos de actuaciones de los medios de emergencia del 112 en la comunidad extremeña.

El espectáculo es impresionante. Las redes sociales se han inundado, nunca mejor dicho, con imágenes y videos de cascadas, ríos y fuentes llenos de vida y con fuerzas renovadas. En toda mi vida había visto el Lago de Jaraíz de la Vera así. Madrigal y Garganta la Olla junto con Piornal han recogido 144.6, 120.6 y 98.8 litros por metro cuadrado de lluvia respectivamente, siendo las poblaciones más caudalosas de Extremadura.

A pesar de las previsiones, la apertura de las compuertas del Embalse de Rosarito se ha traducido (y no es la primera ni la segunda vez) en inundaciones en multitud de zonas del río Tiétar, hasta el punto de que los alcaldes de la Mancomunidad de Municipios de la comarca de la Vera pidan la declaración de zona catastrófica. Secaderos, semilleros, plantaciones y lavado de tierras que suponen un agujero económico para el pequeño agricultor.

¿Todos hicieron su trabajo? Al menos este año no ha habido que lamentar daños en seres vivos, pues el número de víctimas faunísticas ahogadas por esta causa en otras ocasiones, es elevado.

Marzo de 2018. Está previsto que la primavera dé comienzo el día 20 a las 17.15 horas españolas, según cálculos del Observatorio Astronómico Nacional, ¡cualquiera lo diría mirando al cielo! Llevamos dos meses de retraso en el tiempo meteorológico.

Estos fenómenos atmosféricos deberían de haberse dado en los meses de diciembre y enero. Nuestra forma de vida, impensable hace tan sólo unas décadas, ha influido negativamente también en esa estabilidad que daba ciencia cierta, por su cronicidad apenas variable, o unas previsiones más o menos instauradas que nos servían de guía.

Pocos cambios suceden espontáneamente y este sabemos que es culpa nuestra.