S icológicamente hablando, no tenemos ni idea de lo que contiene el cerebro, aún nos queda mucha investigación para tan siquiera acercarnos a descubrir el abismo que encierra el interior de cada uno de nosotros.

Hace unos días ha tenido lugar un incendio (al parecer, el segundo en el último mes) en el que todos conocemos en la zona como el siquiátrico placentino, hoy Centro Sociosanitario Provincial de Plasencia, donde un interno, hospitalizado en la unidad de larga estancias, prendió un colchón y hubo que evacuar a casi un centenar de pacientes.

De primera mano, puedo afirmar la precariedad en la que se ha venido sumiendo durante las últimas décadas este servicio y, a pesar del esfuerzo y buen hacer de los trabajadores, sé que no disponen de los recursos necesarios para realizar su labor fácilmente, máxime tratándose de usuarios con enfermedades mentales y dependencias agudas, la mayoría crónicas y tan diferentes como cada uno de ellos. Cualquiera que pase por él, tanto como usuario como familiar, puede comprobar en tan solo una visita, las deficiencias en cuanto a medidas de seguridad que padece, o cómo el número de ingresados excede con creces al del personal sociosanitario, por lo que su atención continuada no es la adecuada.

Los propios internos pueden relatar mil y un episodios vividos de estrambóticas situaciones de riesgo, tanto para ellos mismos, como para los trabajadores. Desde soportar amenazas por no atender a la petición de un cigarrillo, agresiones verbales y físicas, hasta la presencia de otro interno en tu cuarto a medianoche y el consiguiente susto de muerte. Ejemplos del día a día de la persona con un estado mental desequilibrado y afectado por la medicación, y el resto de internos, muchos, delincuentes además de enfermos mentales, provenientes de la cárcel o de psiquiátricos penitenciarios.

Según personal de dicho centro, tras las denuncias trasladadas a los órganos administrativos encargados de su gestión sin respuesta, las movilizaciones a sus puertas ha sido el siguiente paso para denunciar la situación.

NO les olvidemos, que el miedo no nos paralice a la hora de defender también sus derechos, impidamos que los que se presuponen cuerdos se hagan los locos, porque, ni son todos los que están, ni están todos los que son.