La impotencia que sintió por el asesinato a manos de ETA de Miguel Angel Blanco y las manos alzadas de todos los que se manifestaron entonces en contra del terrorismo le dieron al placentino Julio García la idea de una escultura que tituló un año después, en 1998, El espíritu de Ermua y que el propio Foro de Ermua eligió el año pasado para premiar a los que combaten el terrorismo.

Este destino le llena de orgullo porque "es muy difícil sacar un proyecto adelante y aunque la idea principal era hacer una escultura grande, al final ha terminado en un buen sitio y sigue con ese espíritu de lucha contra ETA".

La escultura que en la segunda edición del premio instaurado por el Foro de Ermua recibirá el juez Baltasar Garzón en torno al mes de febrero (por sus problemas de agenda no se la podrán entregar este año) es de bronce, con una base de 23 centímetros y mide 15 de ancho por 20 de alto. La original está hecha en hierro, el material de trabajo de Julio García, aunque la que entrega el foro es de bronce a partir del molde del escultor placentino y tras pasar por una fundición de Madrid.

Sin embargo, hasta llegar a Ermua la escultura fue rechazada por el ayuntamiento y la Junta porque la intención inicial de García era hacerla de gran tamaño y colocarla en algún lugar público donde pudiera ser vista por muchas personas, como las suyas de Los Pinos.