El trabajo de la brigada canina de la policía local es, ante todo, preventivo. "No investigamos, ni buscamos grandes alijos. Se trata de evitar el trapicheo y que haya droga en la vía pública", explica Juan Carlos Gutiérrez, el agente guía de Llimi y Urko. Y lo que se consigue con ello es evitar que chicos menores de edad comiencen en el mundo de la droga porque la policía sabe, y así se lo dice a los chavales en sus charlas, que "se empieza por un porro y luego comienzan a probar otras drogas más fuertes".

Por eso, Gutiérrez tiene claro qué es lo mejor de su trabajo: "Para mí, alejar a un chico del mundo de la droga es la mayor satisfacción. El porro te introduce en ese mundo y así podemos evitar que esos críos vayan a más".

Destaca que los padres también son conscientes de ello y "nos están muy agradecidos. La mayoría no tienen ni idea de que su hijo fuma porros, porque ni siquiera fuman tabaco, y nos dan las gracias porque esperan haber cogido al chico a tiempo gracias a nuestro trabajo". Gutiérrez señala que "antes se veía normal que los chicos fumaran porros en la puerta de los institutos. Ahora no lo hacen, se ha corrido la voz de la efectividad de los perros".

Y es que, a pesar del entrenamiento diario --Gutiérrez y sus perros están juntos todo el día-- y los resultados que ven cada vez que salen a la calle, "te siguen sorprendiendo".