El zapatero de sor Valentina Mirón es el perfecto ejemplo de que hay vida después de una incapacidad por accidente laboral. El encofrador Reyes García Herrero sólo tenía 36 años cuando cayó de un andamio a casi tres metros de altura. La buena suerte es que salvó la vida, pero la mala es que se le vino el mundo encima cuando supo que no podría volver al tajo.

No a la obra, pero Fremap le abrió los ojos y al tiempo que seguía la rehabilitación en su centro de Majadahonda aprendió otro oficio y en noviembre abría su propio negocio de reparación de calzado. Su afán de superación, el apoyo de la familia y Fremap hicieron lo que parecía imposible y a lo que en seis años apenas se han acogido dos accidentados en Plasencia, según indicó el director, Pedro Estévez.

"Durante un año y medio lo vi todo muy negro. Tenía una familia que mantener, dolores muy fuertes y una hipoteca que pagar. Era un inválido completamente y me veía así ya para toda la vida". Reyes pasó los quince días previos a la operación a base de morfina, seis tornillos y dos placas fijan tres de sus vértebras y luego le sobrevino una depresión. "Me veía condenado a no volver a ser útil y económicamente la pensión me dejaba el suelo a la mitad, pero el equipo maravilloso de Fremap me dio una salida y yo le pido a quien le pueda ocurrir que aproveche la oportunidad".

Quien tuvo retuvo y la habilidad de encofrador la tiene ahora en el taller que pudo montar gracias al fondo de prestaciones de la mutua. "No sólo me ayudaron a recuperarme del accidente, además me enseñaron esta nueva profesión compatible con mis secuelas y encima me concedieron del fondo el dinero suficiente para comprar la maquinaria. O no hubiera podido reincorporarme a la vida laboral", asegura orgulloso.