Lo que ocurrió ayer en la peluquería Zugasti, situada junto a las escaleras mecánicas, podría ser el guión de una película: un hombre enmascarado; un atraco; un disparo al aire y una persecución. Pero fue real. En torno a las 16.30 horas, un hombre vestido con ropa oscura se plantó en la peluquería con una máscara y, pese a la resistencia de la empleada que se encarga del dinero, logró llevarse unos 500 euros tras huir por las escaleras mecánicas, perseguido por la misma empleada. El atracador fue detenido pasadas las nueve de la noche, interviniéndosele la pistola.

Según el testimonio de esta, en el momento del robo había dos chicas atendiendo a clientas y ella misma. "Entonces entró un chaval y pensamos que era una broma porque iba vestido de oscuro, con una capucha y una máscara blanca en la cabeza y se plantó con las piernas abiertas y la pelvis hacia adelante".

La empleada contaba tras el suceso que el hombre sacó una pistola y le pidió que le diera el dinero, pero ella se negó. "Sabía que tenía la pistola, pero en mi familia hay guardias civiles y estoy acostumbrada a verlas. No pensé que me fuera a disparar y le dije que cogiera la llave de la caja él mismo y se llevara el dinero". En un principio, no lo hizo y disparó un tiro al aire.

"A mí me olió a pólvora de petardo y ya sí que no le dí el dinero y me fui acercando a él, además tenía un carrito con el que pensaba golpearle si era necesario". Las empleadas y clientas se habían encerrado en un cuarto y, pese a encontrarse frente al atracador, se enfrentó a él y este, al final, cogió la llave y el dinero, unos 500 euros, y salió corriendo por las escaleras mecánicas en dirección a la avenida del Valle.

La empleada no se lo pensó y corrió tras él. "Por el camino se quitó la máscara y se le cayeron 50 euros, que recogí mientras le llamaba sinvergüenza y gritaba para que alguien le parara", pero no lo consiguió y el atracador huyó. "Cuando subí a la peluquería ya estaba allí la policía".

Fuentes policiales confirmaron ayer que el olor a pólvora es típico de las armas de fogueo. Una vez pasado el suceso, la valiente empleada señalaba: "No sabía cómo reaccionar, después, me ha dado el bajón".